Cuando se estrenó “Dark” más de uno se descubrió cogiendo libreta y boli para anotar nombres de personajes, relaciones y líneas temporales. La serie alemana resultó ser un rompecabezas complejo incluso para los aficionados a las series complicadas. Así que el regreso de sus creadores, Baran bo Odar y Jantjse Friese, que han estrenado nueva serie en Netflix, era muy esperado por los que disfrutan con series que se lo ponen difícil a tus neuronas. La serie, titulada “1899” se ambienta en un barco donde conviven pasajeros de primera clase que han pagado mucho dinero por un pasaje, con los pasajeros de segunda, que viajan hacinados. Provienen de distintos países de Europa y todos quieren llegar a Estados Unidos. Es evidente desde el principio que muchos de ellos esconden secretos o tienen un pasado que quieren dejar atrás. ¿Por qué motivo sino iban a abandonar su país para viajar a otro lugar del mundo si no es para empezar de cero? ¿De qué huyen? Estas preguntas se empiezan a plantear ya desde el principio, partiendo desde el punto de vista de la protagonista, una mujer interpretada por Emily Beecham que viaja sola, lo que llama la atención y también tiene sus propios motivos para estar allí. En los primeros compases, la serie presenta a todos estos personajes, que incluyen también a los miembros de la tripulación del barco y, por supuesto, al capitán, interpretado por Andreas Pietschmann, que interpretó a una de las versiones de Jonas en “Dark”.
Sólo con este punto de partida, la serie ya podría construir un buen misterio. Sólo nos falta un cadáver para estar en medio de una novela de Agatha Christie. Sin embargo, lo que llega es un mensaje con unas coordenadas que aparentemente podrían ser de una embarcación desaparecida meses atrás. El capitán de la embarcación decide desviarse del rumbo y acudir a ayudar a los posibles supervivientes, de manera que la serie se adentra en un territorio más parecido al de “The Terror”. Durante los primeros episodios, “1899” saca partido de la tensión generada por la decisión del capitán, que no gusta a parte de los pasajeros, y que se alimenta de los conflictos de clase y personales que van creciendo dentro del barco en unas dimensiones pequeñas y potencialmente claustrofóbicas. Al mismo tiempo, se añaden otros misterios (a partir de aquí posibles spoilers de la serie) como un polizonte que sube al barco de los protagonistas y el hallazgo de un niño en el barco que había desaparecido y un objeto extraño en forma piramidal. En este punto ya es evidente que “1899” se inspira en parte en la leyenda de los naufragios que se produjeron en la región del Triángulo de las Bermudas, con el evidente peligro que corren ahora los protagonistas.

Durante gran parte de la serie, “1899” se nutre de esta sensación de peligro para poner a los distintos grupos de personajes en conflicto. El hecho de que hablen distintos idiomas (inglés, francés, alemán, español, portugués y polaco) se usa de forma hábil para dosificar información. Sólo el espectador lo sabe todo sobre los personajes y sus historias. El guion contiene al menos un descubrimiento por episodio, de manera que el espectador tiene constantemente la sensación de estar avanzando en este rompecabezas, que avanza a ritmo de sintetizadores distorsionados y de tormentas que llevan al barco de los protagonistas a levantarse sobre el mar y produciendo en cierto punto una sensación de mareo que es coherente con la idea del rompecabezas que te engulle y de la realidad como algo que se puede deformar y desaparecer bajo tus pies. En el último tramo de la serie, el escenario histórico desaparece del todo y se destapa la serie de ciencia-ficción que estábamos viendo desde el principio. “1899” trabaja muy bien, a través de los monólogos de distintos personajes, el tema principal, que es la huida de una realidad, una vida, que te atrapa y de la que eres preso.

El uso de la metáfora de la caverna de Platón, aunque algo manida a estas alturas, es efectiva para explicar la simulación al estilo Matrix en la que en realidad están metidos los personajes de “1899”. En este punto la serie ya va de una revelación gigantesca a otra, de forma que lo que parece ser ya el final resulta ser la antesala de otro giro. Al final, en vez de cerrarse, los guionistas abren la trama para llevar la serie a una segunda temporada de una forma similar a lo que hicieron con “Dark” y evidenciando su sistema de plantear un misterio que en realidad se produce dentro de otro misterio y luego de otro misterio. Al estilo de “Lost”, que de este modo engullía a los espectadores que más se implicaban en resolver los enigmas. En este caso, el símil está servido: en realidad, los que dan vueltas y se precipitan en el interior de la espiral de este Triángulo de las Bermudas de guion somos nosotros, la audiencia. Por supuesto, nadie se sube al barco de los creadores de “Dark” esperando un viaje tranquilo pero probablemente el final de “1899” dividirá a la audiencia entre los que quedarán entusiasmados a la espera de una segunda temporada y los que, después de tantas vueltas, preferirían que se hubiera optado por un final cerrado de miniserie.
