Seguro que más de un lector recuerda los Blockbuster, aquella cadena de videoclubes de logo azul y amarillo que abundaban en nuestro país en los años 90. Era una franquicia llegada de Estados Unidos que, como tantas otras, le puso las cosas difíciles al negocio de barrio, al videoclub de toda la vida, en este caso. Actualmente, tanto un negocio como otro han pasado a la historia, ya que los servicios de streaming mataron al videoclub de la misma manera que el video mató a la estrella de la radio. ¿A todos? A todos no. De hecho, todavía queda un Blockbuster, uno solo. Desde el año 2019 sobrevive en la ciudad de Bend, en Oregón, el ahora conocido como “el último Blockbuster”, un vestigio del pasado que atrae bastante turismo que busca una dosis de nostalgia noventera. Pues este videoclub es el que inspira una nueva comedia que se llama “Blockbuster”, que tiene como protagonistas a los desesperados trabajadores de este videoclub y que se ha estrenado en Netflix. A nadie se le escapa la ironía de que sea precisamente el servicio de streaming más popular del mundo el que haga una serie sacando punta del negocio de los videoclubs que contribuyó a aniquilar.
La serie admite esta circunstancia desde el principio y de hecho su discurso va en sentido contrario y reivindica el modelo de negocio de los videoclubes. Se producen situaciones que sirven para que los personajes argumenten que un algoritmo nunca será realmente eficaz porque pierde el factor humano, el conocimiento que sólo da el trato diario con el cliente. A partir de aquí, esta reivindicación se hace extensiva a otras nuevas formas de negocio que han suprimido el trato humano (“la sonrisa de una persona nunca será lo mismo que una sonrisa dibujada en una caja”, dice un personaje en cierto momento refiriéndose a Amazon). Al mismo tiempo, los personajes son usuarios habituales de Netflix y llegan a comentar las series que están viendo en el servicio que es la principal causa por la que su negocio esté cerrando y puedan quedarse pronto sin trabajo. A menudo parece que el guion hace equilibrios para poder combinar ambos mundos, videoclub y streaming, sin que sean excluyentes. Sin embargo, si uno pasa por alto estas contradicciones, que pueden provocar más de un cortocircuito, encontrará en “Blockbuster” una comedia que apuesta por recursos seguros para garantizar un rato divertido.

Así, “Blockbuster” toma forma de workplace comedy, con la dinámica entre las distintas personalidades de los trabajadores como principal origen de las situaciones humorísticas. El director del local está interpretado por Randall Park, que interpreta al clásico personaje inocente y soñador, muy parecido a su personaje en “Fresh off the Boat” (que regentaba un restaurante), que se lanza a dar discursos emotivos a sus trabajadores y que, en el fondo, no quiere perder su trabajo en “Blockbuster” porque lo obligaría a dejar de comportarse como un veinteañero. Otros personajes incluyen a un joven aspirante a director de cine que trabaja en el videoclub para así poder ser como Quentin Tarantino o una trabajadora que está sobrecalificada para el trabajo y que recuerda al personaje de Jonah en “Superstore”. De hecho, son múltiples las similitudes entre “Superstore” i “Blockbuster”, y no es extraño, pues Vanessa Ramos, creadora de la segunda, había sido guionista de la primera. Los parecidos incluyen una trama de tensión sexual no resuelta que es el punto flojo de la serie al ser demasiado previsible y mal dosificada.
Las situaciones más divertidas de la serie surgen del día a día en el lugar de trabajo, que son las que permiten que los personajes interaccionen de forma más coral. Es aquí donde “Blockbuster” logra sacar punta de diálogos rápidos con muchas referencias cinematográficas y del trabajo de contraste de los actores, que definen personajes con personalidades y edades distintas y destinados a chochar entre ellos. A medida que avanza la primera temporada y el reparto coge los tempos del guion, la serie se afianza y va erigiéndose como una opción más que válida de comedia entretenida que, si bien no aporta nada realmente nuevo (prácticamente es una suma de elementos que siempre han funcionado) logra cumplir el objetivo de ser una forma de desconectar al final del día. Si Netflix le da margen (la primera temporada sólo tiene 10 episodios) podría crecer e ir mejorando más allá de la apuesta por lo seguro de estos episodios. La otra opción sería que Netflix no la renueve para una segunda temporada y la cancele, lo cual sería todavía más irónico, pues mataría a “Blockbuster” por segunda vez.
