Disney Plus ha estrenado una serie británica que sabe reírse de la comedia romántica tradicional sin renunciar a lo que siempre hemos esperado del género

Cada vez es más habitual que la serie que se tiene que ver sí o sí la semana de su estreno se lleve todo el foco y a menudo también el grueso de las decepciones. Esto hace que la campaña promocional de algunos títulos sea mucho más larga que su vida útil cuando aterriza en la plataforma de turno. En cambio, hay series que pasan completamente desapercibidas para el gran público porque tienen la mala suerte de ser eclipsadas por producciones mucho más costosas o que generan un «hype» unánime entre el público. Pero si prestas atención a los catálogos de las plataformas y te arriesgas con algunas de sus novedades silenciosas descubres que son mucho más interesantes que la serie de moda de la semana. «Bodas de infarto» (“Wedding Season” en su título original), estrenada sin mucho ruido en Disney Plus, es un caso reciente de serie que casi nadie está viendo pero que merecería más atención porque, a pesar de no ser redonda ni inventar la rueda, como mínimo intenta ser una cosa diferente, procurar sorprender al espectador y atreverse a torpedear unos cuántos clichés. Lo que, viendo el panorama, no es poco.

Creada por Oliver Lyttelton, que en su serie anterior, “Cheaters”, ya denotaba cierto gusto por dinamitar las convenciones de la rom-com, «Bodas de infarto» empieza como tantas antologías románticas de las últimas décadas, con un chico perdidamente enamorado irrumpiendo en una boda para proclamar su amor por la novia. No sale bien. Rápidamente la trama salta a una sala de interrogatorios de la policía y la serie empieza a mostrar indicios de que no nos encontramos ante una historia de amor convencional. Resulta que el chico, Stefan, conoció la chica, Katie, en la boda de unos amigos hace un tiempo, se enamoró a primera vista y después su relación se convirtió en una enigmática sucesión de idas y venidas. Nada excepcional si no fuera porque la policía le acaba diciendo por qué está siendo interrogado: la chica es sospechosa de envenenar a los asistentes a su boda. A partir de aquí, por unas circunstancias que es mejor no revelar, Katie reaparece en la vida de Stefan y la convierte en un recital de persecuciones, sustos y giros inesperados. “Bodas de infarto” tiene algunos problemas para conciliar sus múltiples tonos. Tan pronto parece una parodia de la comedia romántica tradicional como se convierte en una de pleno derecho; tan pronto parece querer recoger la herencia de clásicos del vodevil como “¿Qué me pasa doctor?” cómo se pasa de frenada con sus aires de “cartoon” al estilo Robert Rodríguez. Pero precisamente esta errática fluctuación entre géneros es la que la acaba haciendo recomendable, porque al menos no se conforma con ser del montón y el viaje que propone tiene unos cuantos aciertos. Entre ellos el retrato que hace del hombre que se vuelve tóxico de tan enamoradizo, sus afilados diálogos (hay un par de situaciones bastante memorables a costa de la tendencia colectiva de querer vivir un cuento de hadas) y, sobre todo, la gran pareja que forman sus protagonistas, Rosa Salazar y Gavin Drea, que acaban justificando por sí solos la existencia de la serie. Por cierto, visto el final de esta primera temporada, más vale que la renueven por una segunda: debe ser una de las conclusiones más abruptas y delirantes que se ha visto en una serie moderna.

Pep Prieto
Pep Prieto. Periodista y escritor. Crítico de series en ‘El Món a RAC1’ y en el programa ‘Àrtic’ de Betevé. Autor del ensayo ‘Al filo del mañana’, sobre cine de viajes en el tiempo, y de ‘Poder absoluto’, sobre cine y política.