‘Blonde’ ya era una película controvertida incluso antes de su estreno en Netflix. Cuando se paseaba por el Festival de Cine de Venecia, ya se oían voces de alarma. Mientras unos alababan el trabajo de Ana de Armas, que -ya avanzamos, que, para quien escribe estas líneas, está sublime en su papel de Marilyn Monroe-, otros se escandalizaban con algunas de sus escenas: los desnudos, los encuentros sexuales, las secuencias de los abortos que tuvo la artista… Se palpaba en el ambiente un amor profundo hacia el trabajo de la hispanocubana y a la vez, reflexiones de la crítica sobre si era necesaria tanta violencia; sobre si quizás el director, Andrew Dominik, basándose en el bestseller de Joyce Carol Oates, no se había excedido en la tortura y el sadismo hacia el personaje. Y es que, nada más empezar la película, vemos cómo su madre, encarnada por la actriz Julianne Nicholson, la maltrata, y la inexistencia de una figura paterna que va a reclamar a lo largo de toda su vida y que, sin duda, la va a marcar para siempre. Se respira en los primeros minutos un drama aterrador, y eso es lo que vamos a obtener a lo largo de todo el montaje.

Es sabido que Marilyn Monroe fue un icono sexual en su época. Los hombres la deseaban con todas sus fuerzas. Y también la maltrataban. Se aprovechaban de su ingenuidad e inocencia para hacer con ella lo que querían. Fue, para muchos, un trozo de carne; la reencarnación de la sensualidad y la sexualidad, un mito erótico. Una rubia tonta con un agujero entre las piernas. Esto queda más que claro en la película. Ahora bien, ¿era necesario ver a Ana de Armas apaleada hasta la saciedad? Su madre le pega de pequeña, vive su infancia en un orfanato, uno de los maridos que tiene, interpretado por el actor Bobby Cannavale, la maltrata, el presidente de los Estados Unidos la humilla y la viola, y tiene tres abortos en los que vemos crecer al feto y después, su proceso de eliminación, en una sala fría, llena de profesionales masculinos. Pero su dolor no acaba ahí: cae en la bebida y se vuelve adicta a las pastillas. Su vida es durísima, cruda, cruel. El director se ensaña con ella y sólo le permite ser feliz, de verdad, una vez: cuando la vemos jugando como una niña en la playa junto al actor Adrien Brody, que representa al dramaturgo Arthur Miller. El resto es dolor, demasiado dolor.

‘Blonde’. Netflix.

Es probable que éste sea el motivo por el que una parte del público general rechaza el film -que, por cierto, es incomprensible que se haya estrenado directamente en plataforma y no haya pasado por la gran pantalla, vista la calidad del producto final, con una fotografía maravillosa y un más que acertado juego entre el color y el blanco y negro-. Queda bastante claro que el ejercicio artístico de Ana de Armas es insuperable. Esos ojos enormes mirando a cámara. Y una interpretación sobrenatural que impresiona hasta al menos entendido en la materia. La actriz sufre los palos de la vida más injustos y nosotros sufrimos con ella, con esa -a pesar de todo- sonriente Norma Jeane que se esconde bajo un producto creado para satisfacer al hombre. Pero tanta tortura, tantas lágrimas, tanto dolor nos colapsa. Y eso se nota al acabar la película. Estamos rotos. Sólo queremos abrazar a esa niña y a esa mujer que han pasado por lo malo y lo peor. Ojalá hubiera tenido otra vida, otra familia, otros hombres que la trataran como lo que era: una gran actriz, una gran lectora. Pero sobre todo una mujer. Ojalá hubiera nacido en otra época, lejos de los 50 y los 60.

‘Blonde’. Netflix.

Y he aquí una de las reflexiones que nos deja el film. ¿De verdad hemos cambiado como sociedad? ¿Estamos tan lejos de esas escenas de violencia machista que se van repitiendo en la producción? Cuando su marido se saca el cinturón para pegarle, no nos escandalizamos. Lo vemos venir, después de todo lo que hemos vivido con la actriz en lo que llevamos de metraje. Pero, sobre todo, lo vemos venir porque no nos resulta tan lejano. Tampoco nos sorprendemos cuando el presidente de los Estados Unidos la usa como fuente de placer y luego la tira cual colilla. Sólo hay que mirar las noticias. Seguimos con esa lacra social. Escuchamos casos de violencia machista casi a diario. Hoy en día, hay hombres que se siguen sobrepasando con las mujeres. Hay abusos de poder. El hombre, en muchas situaciones, continúa posicionándose por encima de la mujer. ¿Con tanto dolor, no nos está lanzando Andrew Dominik un mensaje?

Bárbara Padilla
Bárbara Padilla. Colaboradora en la sección de Series de ‘La Vanguardia’. Redactora y Locutora de Informativos en RAC1. Periodista desde 2007 en el área de Barcelona. Aficionada al cine desde que tiene uso de razón y a las series desde el boom de Netflix.