Artista, estafador, vividor, falsificador, aventurero, timador, soñador. Son algunas definiciones que le van como anillo al dedo a Oswald Aulestia (Barcelona, 1946), fascinante y poliédrico protagonista del documental de Kike Maíllo “Oswald. El Falsificador”, que Filmin acaba de estrenar en cines y también online. Maíllo (Barcelona, 1975) nos cuenta algunos secretos del rodaje de una película sobre las peripecias de este pintor catalán que, entre otros, imitó a la perfección el estilo de Miró o Tàpies, y luego otros le colocaron sus copias alrededor del mundo. Como se suele decir, la realidad a menudo supera la ficción. Y este Filmin Original, coproducido por Playtime Movies y Sábado Películas y con la participación de El Terrat (THE MEDIAPRO STUDIO), Televisió de Catalunya, ICEC e ICAA, es una nueva e irrefutable prueba de ello.
¿Cómo llegas a la historia de Oswald Aulestia?
Hará como unos cuatro años, estaba buscando material para hacer una película de ficción sobre timadores y falsificadores. Es un tema que siempre me ha seducido, porque hay algo en sus delitos que me atrae. Y di con un artículo que hablaba de un señor, bastante mayor, que es un falsificador de obras de arte muy importante y que es barcelonés, como yo. Nos pusimos en contacto con él, a través de las redes sociales, y, mientras esperábamos su respuesta, ya comenzamos a hablar con cuerpos policiales y gente de su círculo más cercano. Cuando, finalmente, conocimos Oswald Aulestia y nos reunimos con él, llegamos a la conclusión de que era más interesante hacer un documental. Nos fascinó su personalidad, tan excéntrica, tan loca. Comenzamos a tirar del hilo… y arrancamos esta historia.
Y empezáis a rodar en Barcelona, Italia y Estados Unidos. ¿Cuánto tiempo? ¿Cuántas horas de rodaje?
De rodaje habrá unas 100 horas. Y son tres años de nuestra vida. Había un guion inicial, pero aparecían, por suerte, líneas argumentales y personajes imprevistos. El relato final se confeccionó en el montaje, evidentemente.
Tuvisteis un alto presupuesto, tratándose de un documental, ¿no? ¿Fue complicado levantar el proyecto?
El hecho de que muy pronto tuviéramos un compañero de viaje tan interesante como El Terrat afianzó bastante el proyecto. Además, el hecho de que el personaje sea de aquí, de que este criminal sea catalán, ha facilitado mucho levantar la película.
¿Ligarías a Oswald Aulestia con algunos temas o personajes de tu filmografía? Sin ir más lejos, Mario Casas, Luis Tosar y los protagonistas de “Toro” (2016), a su lado, se quedan como unos aprendices de delincuentes, ¿no?
Ja, ja, sí, y también está ahí el nexo de la mediterraneidad. Los protagonistas de “Toro” y Oswald son personajes que intentan dar un bocado a la vida, que quieren poner en duda la vida que les ha sido dada. Oswald cuestiona el patrón que se le ha impuesto. Además, Oswald es un inadaptado con un talento muy grande, una cosa que encontramos en otras películas mías. Ya ocurría con el Álex de “Eva” (2011) o con el arquitecto de “Cosmética del enemigo” (2020).
Durante el documental, todos los participantes definen constantemente y de la manera más diversa e incluso contrapuesta a Oswald Aulestia. Ya hacia el final, un personaje que no desvelaremos para no hacer spoilers dice que Oswald es “una buena persona”. ¿Tú cómo lo definirías? Ya sé que es complicado.
Creo que tiene una sensibilidad muy especial y es muy inteligente. ¿Una buena persona? No, no es lo que yo llamaría una “buena persona”.
Quizá el que lo afirma no tenía toda la información sobre Oswald…
Seguramente. Me parece que es un tipo entretenido y divertido, al que quieres tener cerca porque le da la vuelta a la vida con humor y porque tiene mucha experiencia.

¿Él se arrepiente? ¿O el concepto “arrepentirse” es demasiado convencional, religioso y anticuado para él?
Hay un arrepentimiento que tiene que ver con su relación con su madre. Pero su padre, que también era un buen pirata, le enseñó cierta mística oriental. Y en Oswald no hay tanta revisión de su pasado. Él vuelve muy cambiado de la cárcel, porque ha experimentado cierta expiación. Siente que tenía que pasar por ahí, pero no tanto para lavar sus pecados como para conocerse a sí mismo. El ego y el narcisismo son tan fuertes en él que no creo que exista un real arrepentimiento. No, no creo que piense que se ha equivocado.
Oswald se define a sí mismo como un “pirata”, un pirata que incluso da el salto hasta el mismísimo barco de las estrellas de Hollywood. Pirata… ¿no es una manera un poco light y romántica de verse?
Cuidado, cuando dices lo de romántica es porque el cine y nosotros hemos romantizado lo de los piratas. Porque los piratas eran unos hijos de puta que mataban a la gente para robarles. ¡Oswald no ha hecho esto! Afortunadamente, no tiene delitos de sangre. Si no, yo no habría hecho el documental sobre él. Desde el egoísmo, lo que él hace es atentar contra el Sistema, se ríe del Sistema. O lo burla. Después él no reparte con los pobres, pero sí hay en Oswald un cierto “robinhoodismo”. Es ese asaltar el camino de los ricos. La gente que es engañada por Oswald y los suyos, ¿no sabe que está comprando un Picasso por diez veces menos de su valor? Cuando uno compra una litografía de Miró en eBay por 400 euros… ¿no nota que está pasando algo raro ahí? Algunos timos se basan en la codicia del timado. Aunque, claro, siempre habrá gente ingenua entre los compradores. Hay un momento muy gracioso de la película donde aparecen dos hijos de Oswald que dicen: “No, él no se aprovechó de las personas. Él solo pintaba, y eran otros los que se aprovechaban”.
Hay varias escenas alucinantes: una, delante de la barcelonesa Fundació Tàpies, en la que Oswald demuestra su método de trabajo. Momentos como este te dejan con la boca abierta.
¡Y la secuencia acaba con nosotros dos entrando en la tienda de la Fundació Tàpies! Oswald dijo: “Voy a pintar un Tàpies”. Y yo le pregunté: “¿Qué necesitas?”. Y me contestó que solo un cartón.
Por cierto, ¿la Fundació Tàpies y la Fundació Miró han expresado su opinión sobre la película?
Uno de los temas del film es el mercado del arte, un mercado que vive un cierto colapso, una cierta crisis, porque está Internet, y porque es muy difícil poner vallas al campo y distinguir las obras lícitas y de las que no lo son. Ellos no han querido saber nada del documental, ni participar en él. La Fundación Chillida, sí, e incluso aparecerá en la versión en tres capítulos que ahora estamos preparando para TV3. Hemos conseguido que aparezca la policía, que aparezcan varios miembros de la banda y la familia, y lo único que no hemos logrado es que salgan esas dos fundaciones.

Al principio, aparecen varias películas sobre estafadores y falsificadores, como la argentina “Nueve reinas” (Fabián Bielinsky, 2000) o la mítica “Fraude” (1973), de Orson Welles. Y, en medio de la historia, hay unas imágenes de “El reportero” (1975), de Michelangelo Antonioni. ¿Por qué? ¿Por un doble motivo? ¿Por qué también era una historia de suplantadores y engaños, a través del personaje de Jack Nicholson, y porque aparece la Barcelona de los años 70, esa Barcelona que Oswald vivió intensamente, de día y de noche?
A mí me hacía mucha gracia esa cosa de que, de pronto, hiciésemos pasar a Jack Nicholson por nuestro personaje. Encima, aparece la obra de Gaudí. Es un guiño para cinéfilos.
¿Puede ser que, por culpa o gracias a tu documental, mucha gente se plantee qué tiene en casa, si un Miró o un Aulestia… pero disimule para seguir guardando las apariencias?
Vuelvo sobre el tema: es muy extraño, muy raro que alguien que tenga un cuadro falso en casa no lo sepa. Yo lo que creo es que, gracias a la película, ahora se venderá más la obra verdadera de Oswald Aulestia. Uno de los motivos por el cual él accedió a estar en el documental era la esperanza de acabar vendiendo obra suya. Y no tanto por una cuestión de pasta, sino por una cuestión de reconocimiento. Realmente, a él le flipa pintar su obra real.
¿Y qué opina Oswald del documental?
¡Se ve mayor! Para Oswald es un shock, porque se ha visto en esas fotos del pasado que van apareciendo y ha dicho: “¡Qué jodido estoy ahora!”. Cuando vio el film en la clausura del Atlàntida Mallorca Film Fest, acababa de sufrir un ictus y había sido operado dos veces. Por otra parte, para compensar, le hace mucha gracia el hecho de que, a partir del documental, y a sus casi 80 años, le comiencen a hacer entrevistas y que sea conocido.
¿Alguien te ha comentado “suerte que Oswald no se ha cruzado en mi vida”, mientras se ponía las manos en los bolsillos?
Oswald opera en un tipo de delito que no consiste en levantarte la camisa. Y la clase media tampoco es su objetivo. Él está por otras cosas.
Tu trabajo nos muestra un viaje intenso y extenso. ¿Una de las conclusiones que podríamos sacar los que no hemos sido ni actuado como Oswald es que hemos subutilizado nuestra vida y que no hemos exprimido suficientemente nuestro paso por el mundo? ¿Somos unos mediocres y cobardes? ¿Unos conformistas, al contrario de él?
Hay algo de eso, sí. Cuando él cuenta sus historias orgiásticas, sus fiestas, sus salidas nocturnas, tú piensas: “Yo nunca llegaré a ese nivel suyo, por mucho que me empeñe. Ya no me queda tiempo”.

¿El título, “Oswald. El Falsificador”, no es un poco soso? ¡Él es tantas cosas! Falsificador, sí, pero también truhán, cómplice, hedonista, inconformista o recalcitrante asaltador de nuevas experiencias, por ejemplo. Yo habría puesto una retahíla de calificativos, positivos o negativos según se miren, en el título.
Ja, ja, pues me parece una muy buena nueva campaña. Te cojo la idea y te la copio.
¿Me la copias tú? Pues así cerramos el círculo. Gracias.
