Cuando empecé la aventura Red Cunt, reconsidering periods, el documental sobre los tabúes en torno a la menstruación, no era consciente de que me subía a la montaña rusa más grande y larga del mundo. No me podía imaginar que romper los tabúes vinculados a la menstruación y analizar por qué existen mediante entrevistas y animaciones que se entrelazan toparía con tantos obstáculos. «Yo no tengo ningún problema con la menstruación» o «a mí me parece tan natural, ves problemas donde no los hay». Obviamente la mayoría de estas reacciones eran de personas que no han menstruado en su vida, que nunca han fingido tener dolor de cabeza en el trabajo pero se estaban muriendo por dentro, ni han tenido que elegir entre comprar tampones o la cena. Poner sobre la mesa estas realidades y ser capaz de enfocar la menstruación de manera positiva sin romantizarla y además meterle una buena dosis de humor ha sido toda una odisea.
En la Menstrulaxia, la isla flotante donde Mensi ha hecho su formación de «acompañante de la menstruación», lo tenían claro: en Europa, en la sociedad de Isabel, la niña de 12 años que le han asignado a Mensi, hay mucho camino que recorrer. Otra odisea: han sido cinco años llenos de altibajos provocados básicamente por la precariedad con la que he hecho la película: desde las primeras solicitudes de financiación ya se cristalizaba que me quedaría absolutamente sola. Imposible llevar un tema minoritario a la gran pantalla. ¿Un tema minoritario? Si la menstruación, que afecta a más de la mitad de la población mundial, no despierta interés pues apaga y vámonos. Yo creo que los “señoros” blancos, canosos y cis-hetero-patriarcales que me decían estas barbaridades ahora se arrepienten un poco de no haber captado lo que nos interesa a las mujeres. Pero claro, luego te preguntas, ¿cómo lo van a captar si no escuchan? En fin.
Yo también me equivoqué. Me veía sola ante una gran obsesión, ante mi terquedad y mi necesidad de llevar a cabo el proyecto a pesar de todo. Pero no lo estaba, ahí me esperaban mis apreciadas protagonistas, todas ellas muy punkies, convencidas de lo que hacen, con sus disfraces de vulva, sus braguitas menstruales, sus seminarios de vulva-watching, sus obras de teatro sobre el síndrome premenstrual o su sangrado libre. Y luego el equipo de producción y postproducción. He ido saltando de generosidad en generosidad, pasando por amistades soróricas que perdurarán en el tiempo, más allá del estreno de la película. El equipo de distribución aquí en Cataluña es muestra también de esa solidaridad entre personas que comparten haber hecho realidad algo casi imposible, ¡casi! Todo el equipo, absolutamente todo el equipo, tanto el de Hamburgo como el de Barcelona, ha renunciado a toda o a una buena parte de sus honorarios. Me han cedido locales para grabar, nos han comprado bocatas y agua los días de rodaje, nos han cedido material para la iluminación, máquinas de hacer niebla, una furgoneta para movernos entre las localizaciones, obviamente toda mi familia involucrada, etc, etc. Innumerables detalles y alegrías de una gran cantidad de gente que creía en el proyecto, en ocasiones, incluso más que yo. Tuki Jencquel, por ejemplo, que después de la fallida fase de financiación, cuando le contaba que había desistido tirar adelante, dijo las mágicas palabras: «Yo te lo hago, Toti, yo te hago la fotografía». No me lo podía creer.
«Red Cunt, reconsidering periods rompe los tabúes en torno a la menstruación y es un ejemplo de superación.»

Y así nos pusimos manos a la obra y cuando parecía que todo marchaba bien, se echó atrás la ilustradora que tenía que hacer las animaciones. Era un proyecto demasiado ambicioso para una sola persona me decía. Ciertamente tenía razón pero yo ya no podía renunciar a Mensi o a Isabel, ni a sus aventuras saliendo de noche o en el trabajo y ni mucho menos a la Menstrulaxia con sus mesas flotantes, la Venus de Boticelli menstruante o el pasteurizador de coños. ¿Cómo hacerlo? Por suerte se me ocurrió ofrecer el proyecto a un montón de escuelas de arte y diseño. Unas pocas, bueno, en concreto dos, contestaron y ahí estaba yo con mi guión y mis «fantásticos» storyboards (churros patateros, para ser más exacta) convenciendo a las mejores estudiantes de la Escola d’Art i Disseny de Sant Cugat primero y luego a las Semper Schulen de Desden de que dibujaran una especie de barco gigante hecho de tampones cuyos hilos azules hacían de aletas propulsoras y cuyas velas eran compresas. Pero oye, con esa valentía y esa naturalidad innatas de la juventud, me decían: ¡pues claro que se puede hacer!
Al final he llegado a la conclusión de que hacer películas es un acto de amor. Hay mucha, mucha gente enamorada de proyectos que parecen inviables y luego los ves y piensas, cómo no había llegado esto mucho antes al cine: ese lugar donde se abren diálogos, donde los cambios sociales son posibles, donde también se hace política, donde se prenden chispas que te pueden cambiar la vida.
Red Cunt, reconsidering periods rompe los tabúes en torno a la menstruación y es un ejemplo de superación. Ocho maravillosas personas protagonistas, como la actriz Clara Moraleda, el escritor y activista Ian Bermúdez o la empresaria y arquitecta Laida Memba. 86 minutos, de los cuales casi treinta son animados. Estos cinco años han supuesto un tercio de la vida de mi hija, mi más gran fuente de inspiración, que ha tenido que escuchar siempre las últimas novedades: «vamos a hacer un seminario para vernos el chocho», «ahora saldrá por aquí un clítoris volando». Y todo esto en su difícil fase de pubertad y adolescencia. En estos cinco años he tenido tres relaciones sentimentales, pobres chicos, y un cáncer del que por suerte me estoy recuperando bien. Nuestro compositor, Andrew Krell, que ha compuesto la música de todas nuestras pelis, no tuvo tanta suerte y nos ha dejado inesperadamente a causa de otra odiosa enfermedad. La vida también es así, una montaña rusa, con sus momentos álgidos pero también con aquellos donde tocas fondo.

Ahora, viendo el documental en numerosas salas de cine españolas y alemanas, es todo muy gratificante pero espero no repetir en qué condiciones hemos llegado donde estamos. En cualquier caso soy optimista, estoy convencida de que para mi próximo proyecto, el documental sobre los tabúes entorno a la masturbación, Hot Cunt, reconsidering pleasure, las cosas van a cambiar y encontraré productoras y productores empáticos y con pasta, mecenas, ángeles cinéfilas (por-favor-por-favor) que se van a involucrar y van a ver en todo esto una preciosa oportunidad y mucho amor.
Hacer películas le da sentido a mi vida, es una preciosa constante a la que no quiero ni puedo renunciar, por muy duro que sea el camino. Porque lo que nos queda es expresar ideas, mostrar realidades e interpretarlas para ofrecer otras perspectivas que impulsen la tolerancia y el diálogo y hacer que vivamos en una sociedad mejor. Esto también es cine. ¡Va por ti, Andrew!
