Ganadora del Oso de Oro del Festival de Berlín, ‘Alcarràs’ es una película sobre la familia y sobre el final de una época en el campo y el principio de otra. Un diálogo entre la tradición y la modernidad, ambientado en la población de Lleida que da título a un film que llega a los cines el 29 de abril entre una gran expectación. Hablamos de todo ello con su realizadora, Carla Simón (Barcelona, 1986), mientras reflexiona sobre su ópera prima, “Verano 1993” (2017), sobre dirigir a actores no profesionales, sobre las emociones o incluso sobre la maternidad.

En un momento como el actual, de guerra, conflictos, enfrentamientos y violencia, ¿‘Alcarràs’ podría convertirse en un símbolo de paz, reconciliación y diálogo, y una invitación a mirar siempre hacia delante?

Ojalá. Estaría bien, ¿no? La película no tiene un mensaje muy optimista en lo que atañe a la agricultura, pero sí en lo que respecta a la familia. Sobre todo, después de la pandemia. El mensaje sería que el amor familiar puede curar muchas cosas.

‘Alcarràs’ ya es uno de los films del año a juicio de la crítica. A partir de este viernes, también podría serlo por parte de los espectadores. ¿Estás nerviosa?

Un poco. Tengo muchas ganas de que sea ya propiedad de la gente, del espectador. Se me ha hecho muy largo el tiempo transcurrido entre el Festival de Berlín y el estreno en las salas. Espero cumplir las expectativas del público.

¿Has contado, por encima, cuántas entrevistas has hecho desde el triunfo de Berlín?

Sin contar las entrevistas de la prensa internacional en Berlín, a día de hoy, son 190. O sea, 191 entrevistas con la tuya. ¡Qué locura!

Para el casting, buscaste actores y actrices no profesionales que, sobre todo, te “enamorasen”. Me gusta mucho esta manera de decidir el reparto. Es muy bonito.

Ja, ja, escoger a un actor tiene algo muy parecido a lo que te genera enamorarte. En el sentido de que tienes que sentir un deseo muy fuerte hacia él. No para tener una relación íntima, sino que es un deseo de filmarlo, de ponerlo delante de una cámara. Después de hacer un casting, llego a casa y entonces pienso: “Ay, quiero volver a ver lo que hemos filmado”.

Me pasa muy pocas veces, y, cuando eso sucede, es una especie de flechazo. Porque has visto en esa persona alguna cosa a nivel físico, pero también espiritual, algo que te ha enganchado. Porque hay una verdad en él que le irá muy bien a su personaje. En ‘Alcarràs’, es el caso de Jordi Pujol Dolcet, que interpreta a Quimet, el padre. Me iba muy bien esa mezcla suya, entre la rudeza del payés y una gran ternura. Quimet se pasa toda la película enfadado, diciendo palabrotas y cagándose en todo, y sus emociones salpican al resto de su familia de manera negativa. Pues a todo esto le teníamos que añadir ternura para poder identificarnos con él.

‘Alcarràs’ tiene una sencillez muy trabajada. Y, detrás de esa simplicidad, hay todo lo contrario: un concienzudo estudio del material rodado y muchísimas horas de revisar el montaje final.

Alcarras
‘Alcarràs’

Sí, hay muchas horas de pensar detrás. Ha sido una película muy exigente en todos los sentidos, en todo el proceso, ya desde el guion, que hice con Arnau Vilaró. Fue muy guay que estuviésemos los dos, porque teníamos que encajar un montón de piezas, las propias de un relato coral con muchos personajes. Si cambiabas algo en una parte concreta de la historia, de repente, había tres otras que ya no funcionaban. Luego, súmale el trabajo con los actores y las decisiones sobre dónde colocar la cámara. Y, para finalizar, el montaje, que fue como una reescritura de algunos aspectos del guion. Fue una fase última de limpieza, para encontrar todavía más conexiones entre los personajes. En fin, hemos estado alerta todo el rato. No nos hemos podido relajar, no.

Y, en cambio, el efecto que produce es el contrario: es un efecto relajante.

Es curioso esto, ¿no? Puede parecer una película fácil de hacer, ¡pero ni te imaginas todo lo que hay detrás de ella! Yo pierdo quilos en cada rodaje. Muchos quilos, ja, ja. Aunque ahora, con el embarazo, ya los he recuperado.

A propósito de la meteórica carrera de ‘Alcarràs’, previa a su estreno, te han preguntado mucho por el éxito. ¿Qué es el éxito para ti? ¿A qué sabe el éxito? Pero, ¿sobrevaloramos el éxito? ¿Hay que tomarlo solo en un sentido positivo y compartirlo?

Yo estoy viviendo el éxito desde un lugar más tranquilo que en el caso de “Verano 1993”, que, para empezar, tuvo un rodaje más heavy. Pero, ante todo, he de dejar claro que, para mí, para que las cosas tengan alma, han de ser un poco difíciles de conseguir. Con “Verano 1993” viví el éxito por primera vez, y no sabía gestionarlo. ¡Quería acompañar la película hasta el final! Pero, ahora, entre que estoy embarazada y que tengo la experiencia de “Verano 1993”, lo veo diferente. Tan prudente como siempre, pero, además, más tranquila.

Pienso que nos ha tocado una varita mágica y que esto hará que la película llegue mucho más lejos de lo que pensábamos. De cara a la siguiente película, la tercera, me va muy bien: seguro que más presión que con “Verano 1993” y ‘Alcarràs’ no la habrá. ‘Alcarràs’ me ha dado la seguridad de que puedo seguir haciendo cine. Las segundas películas siempre son una prueba de fuego. Con la tercera ya puedes empezar a montar tu cofre de deuvedés. Cuando deje de hacer cine, lo que quiero es tener en casa un cofre de mis deuvedés del cual me sienta orgullosa.

‘Alcarràs’

He leído y escuchado que ‘Alcarràs’ es un film de buen rollo, casi una simpática feel-good movie. A mí no me lo parece: tiene varios puntos dramáticos e ingredientes de denuncia, y hay tres personajes que están permanentemente sufriendo o enfadados. Uno de ellos ya lo has dicho, el padre, Quimet, y, luego, están sus dos hijos mayores, Roger y Mariona.

A mí tampoco me parece que sea una feel-good movie. La vida es así: tiene muchos colores y, por muy dramática que sea la situación que retrata ‘Alcarràs’, no deja de ser la de una familia con niños. Y, cuando hay niños de por medio, las cosas tienen que seguir funcionando, porque, si no, mal vamos. Por otra parte, la familia tiene cierta conciencia de que esa manera de trabajar el campo y los melocotoneros se está acabando. Y necesitan aprovechar esa última zambullida en la piscina o esa última reunión para comer caracoles juntos.

Tenemos momentos de luz, de alegría, e instantes de drama. En una familia como esta, las emociones de uno afectan al resto. Y la emoción de Quimet afecta mucho a su hijo Roger, y la emoción de Roger, en un momento dado, afecta a Mariona, y, en otro, afectará a Rogelio, el Padrí. Hay una especie de efecto dominó en las emociones. Es el viaje emocional de una familia que comparte un espacio y una crisis.  

Como en “Verano 1993”, en ‘Alcarràs’ también hay un personaje central de una niña, Iris, interpretada por Ainet Jounou, que descubre el mundo, que ríe, que está triste y que no entiende ciertas cosas de los adultos. ¿Iris te representa, como antes ya lo hizo la Frida de “Verano 1993”?

Sí me representa en el sentido de cómo ella juega. Yo jugaba de una manera parecida a Iris: el juego se tiene que hacer a su manera… y yo, de pequeña, también era así. Por eso, de niña, me decían: “Esta niña, de mayor, será actriz”. Y yo respondía: “O seré directora”. Pero te tengo que confesar que el personaje que está más cerca de mí es Mariona, porque ella tiene 12 años, y yo considero que a esa edad se inició mi interés por contar historias. Fue el momento en el que aprendí a mirar a mi familia con criterio propio, y a entender que los adultos son complejos, que se equivocan y que, a veces, no se comunican. Esta mirada de Mariona sobre su familia me la siento muy mía.

‘Alcarràs’

Hablemos un poco de dinero, de taquilla, de comercialidad. Uno de los grandes aciertos de ‘Alcarràs’ es que habla de varias generaciones: del anciano Rogelio a la pequeña Iris, de la adolescente Mariona a Dolors, la madre. Y esto puede atraer la atención de diferentes públicos y que sea un producto transversal que conecte con edades muy diferentes.

Me gustaría. Es una parte que no la hemos explorado aún, porque solo se ha visto en festivales. Pero tengo mucha curiosidad por saber cómo percibirán la película los adolescentes y los niños.  

Estás esperando tu primer hijo. Aparte de otros temas relacionados con su futura educación, ¿ya tienes pensadas que películas quieres que vea? ¿Cuáles eran tus films preferidos, de pequeña?

Yo no vi mucho cine, de pequeña, porque vivía en una casa en La Garrotxa y veíamos la tele lo mínimo. Tengo muy poca cultura de televisión de esa época. La gente de mi generación me habla de cosas de entonces de las que yo no tengo ni idea. Mi padre nos ponía a Buster Keaton, que le gustaba mucho. A mí también me agrada este tipo de cine primitivo, que conecta mucho con los niños.

Por cierto, ¿pararás un poco cuando seas madre?

¡Por fuerza! Los primeros dos meses no puedes hacer demasiadas cosas, más allá de aprender a coger un niño y a cuidarlo. Teóricamente, me toca parir el 23 de junio, algo que es muy poético porque justo es el día en el que empieza “Verano 1993”, ja, ja. Es la Noche de San Juan. Pero mi cabeza nunca para, en el sentido de pensar cosas e ideas. Y ahora hay un guion en marcha, que tenemos que continuar escribiendo. Además, después del nacimiento, nos tocará acompañar algunos estrenos internacionales de ‘Alcarràs’. Todo eso, si Manel nos deja y viajamos bien juntos.

Pere Vall
Pere Vall es periodista cultural y del mundo de la farándula en general, especializado en cine. Colabora en Time Out, Ara, RNE y Catalunya Ràdio, y fue redactor jefe en Barcelona de la revista Fotogramas durante más de 20 años. Fanático de Fellini, de las películas de terror buenas, regulares y malas, y del humor y la comedia en general. De pequeño quería parecerse a Alain Delon, y ha acabado con una cierta semejanza a Chicho Ibáñez Serrador. No se queja de ello.