Es en el mismo banco donde el protagonista de «After Life» ha sentido que ya no tenía motivos para vivir donde encuentra la idea que lo ayuda a afrontar la vida. «Sí que existen los ángeles», le dice Anne, viendo como él se rompe hablando de cómo conoció a su esposa. «No tienen alas ni viven en las nubes (…) a veces topas con ellos. Como Lisa». Es en este momento en el que se revela para Tony lo que Lisa estaba pensando cuando grabó los vídeos que hemos ido viendo a lo largo del recorrido de «After Life», que ha estrenado recientemente su última temporada en Netflix. No se trataba solo de una despedida. Se trataba de asegurar que ante el dolor de la pérdida, Tony elegiría conectar con los demás, abrirse al mundo, intentar ser un agente de bondad en vez de hundirse en la amargura y de cerrarse en sí mismo. Porque Lisa conocía muy bien a Tony, y Ricky Gervais también nos conoce muy bien a nosotros, los espectadores, y sabe que esto es más fácil decirlo que hacerlo. Y por eso, a lo largo de tres temporadas, el personaje interpretado por Ricky Gervais ha afrontado el dolor haciendo daño a los demás con su actitud autodestructiva y con comentarios cargados de mala leche que podían ser divertidos pero que también eran dolorosos.

Ricky Gervais ha sabido como tocarnos la fibra a través de las historias de sus personajes, todos entrañables, un uso de la música deliberadamente emotivo, y buenas interpretaciones.

Porque el humor puede ser usado también como mecanismo de defensa para apartar a los demás de tu alrededor. Y aquí es cuando el Ricky Gervais más personal emerge, siendo muy consciente de su propia carrera, y, haciendo un paralelismo entre él y su protagonista, habla del humor como una coraza. Una coraza que él empezó a quitarse en «Derek» y que ahora ha caído definitivamente en «After Life». El Ricky Gervais bondadoso quedaba oculto por el presentador gamberro de los Globos de Oro, el monologuista que cruza líneas rojas de sus espectáculos que llenan teatros y los personajes patéticos de comedias como «The Office» o «Extras». Entonces nos quería hacer reír, y lo consiguió con creces («The Office» sigue siendo una de las mejores y más influyentes comedias de todos los tiempos) pero ahora quiere hacernos reflexionar. Y aunque «After Life» ha combinado los momentos cómicos, sobre todo a través del trabajo del protagonista en el periódico local, con los momentos emocionales y tristes, al final hemos reído poco y hemos llorado mucho. Ricky Gervais ha sabido como tocarnos la fibra a través de las historias de sus personajes, todos entrañables, un uso de la música deliberadamente emotivo y buenas interpretaciones. El resultado ha sido la sensación de estar ante una serie genuinamente honesta que ha compensado el hecho de que sus mensajes sobre la vida a menudo se han expresado con frases a veces artificiales puestas en boca de los distintos personajes.

Una vez revelada la metáfora del ángel, la serie ha permitido finalmente avanzar al protagonista (a partir de aquí spoilers). El encuentro con unos niños enfermos de cáncer ha sido el segundo detonante que ha llevado al personaje a tomar la determinación de ser buena persona y convertirse también en un ángel, como Lisa. Una idea que se ha expresado de forma maravillosamente sencilla en la escena final en la que se ve a Tony acompañado de Lisa, su ángel, caminando hacia el horizonte, dándonos a entender que en el futuro siempre la tendrá presente, su perro, su segundo ángel guardián, que también acaba desapareciendo, y desapareciendo después él también como otro ángel que abandona el mundo terrenal. En última instancia, «After Life» emerge como un canto a favor de la bondad, como ya lo había sido «Derek», donde Ricky Gervais interpretaba a un personaje que se definía con la frase «es más importante ser bueno que ser inteligente o guapo». La gran diferencia es que en «After Life» nos avisa que no tenemos mucho tiempo para pensar en esta cuestión. Poniendo la muerte en el centro de la serie nos recuerda que la vida es corta y que cambiar no es algo que puedas dejar para mañana, como ha estado haciendo su personaje, Tony, que ha estado tres temporadas navegando entre la tristeza, la autocomplacencia, la depresión y el alcoholismo. Nos apremia a ser buenas personas y a serlo ya. «Si quieres ser un ángel, tienes que hacerlo cuando estás vivo».

Toni de la Torre. Crítico de series de televisión. Trabaja en ‘El Matí de Catalunya Ràdio’, El Temps, Què fem, Ara Criatures, Sàpiens y colabora en el programa ‘Tot es mou’ de TV3. Ha escrito libros sobre series de televisión. Profesor en la escuela de guion Showrunners BCN, le gusta dar conferencias sobre series. Destaca el Premi Bloc Catalunya 2014.