Después de realizar varios cortometrajes y codirigir el documental “Rumba Tres. De ida y vuelta” (2016), David Casademunt (Barcelona, 1984) firma su primer largometraje de ficción, “El páramo”, producido y estrenado por Netflix. Protagonizado por Inma Cuesta, Roberto Álamo y el pequeño Asier Flores, cuenta la angustiosa historia de una madre y su hijo que se quedan solos en una cabaña, tras la inesperada marcha del padre. Armados, pero muertos de miedo, se defienden de una presunta amenaza externa, mientras luchan para no perder la cordura. Hablamos con el cineasta sobre su film, sobre cine de terror y sobre Mel Gibson.
¿Cuántos años llevabas detrás de “El páramo”, y cómo evolucionó el proyecto? ¿Cómo se hizo grande?
Entre la primera palabra que escribí de “El páramo” y el primer día de rodaje pasaron seis años y medio. En agosto de 2014, con 29 años, me encuentro “Braveheart” (1995) haciendo zapping en la tele. Es mi peli preferida, la que vi con 11 años y me trastocó. Entonces pensé: “Tío, tienes que luchar para que tu primera película comparta algún ingrediente con el tipo de cine que representa el film de Mel Gibson”. Al principio de “Braveheart”, a William Wallace le matan al padre y al hermano, y él se queda solo en la cabaña. Por suerte, llega su tío, que se lo lleva y crece con él. En ese momento, me pregunté: “¿Y si no hubiera llegado este tío? ¿Y si se hubiese quedado aislado en medio de las montañas? El niño se habría vuelto loco, en un entorno tan hostil”. Esta imagen me iluminó: me molaría hablar de la soledad y de la depresión, con unos códigos estéticos parecidos a los de “Braveheart”. Hice un primer borrador de “El páramo”, que no era de terror, sino que era un drama. A partir de la entrada de Martí Lucas y Fran Menchón en el guion, muy rápidamente nos dimos cuenta de que, por los temas que queríamos tratar, necesitábamos la ayuda del terror. Los cinco siguientes años estuvimos escribiendo una peli de terror que tiene contacto con el drama, las emociones y el suspense.
Pero el proyecto seguía evolucionando.
Sí, seguía mutando porque empezamos a enviarlo a workshops y talleres de desarrollo, y tuvimos la suerte de que nos lo seleccionaron en varios de ellos. Ahí recibimos las opiniones de muchos analistas de guiones. Y, finalmente, en julio de 2019, se hizo la luz, y la productora Rodar y Rodar se interesó por nosotros. Se enamoraron del proyecto. Y con Joaquín Padró y Mar Targarona fue súper fácil llegar a Netflix. Pero llegó la pandemia, y se retrasó el inicio del rodaje. Siete meses después, comenzamos a filmar.
¿Y ese cambio de título, de “La bestia” inicial a este “El páramo” definitivo?
La razón es tan sencilla como que Netflix ya tenía otro largometraje que se llamaba “La bestia”, y no puede haber en la plataforma dos películas con el mismo título, porque es una mala estrategia de marketing.
¿Te costó mucho que te dijeran que sí Inma Cuesta y Roberto Álamo?
No costó nada. Nos dijeron que sí a la primera. Y eso que a Roberto no le gustan demasiado las historias de terror, pero esta le atraía porque el terror sirve para hablar de dramas internos. Y eso le sedujo.
¿Dónde rodasteis? Imagino que con mucho frío y viento. ¿Eso provocó que algunos días no pudieseis trabajar?
Rodamos en Teruel, en la población de Blancas, en un páramo. Reconstruimos una paridera, que es donde se refugian las ovejas, para que fuera la casa que se ve en la película. Tuvimos mucho frío y mucho viento. ¡Sufríamos por si el pequeño Asier Flores salía volando! Encima, dos semanas antes había pasado el Filomena por el lugar. Las condiciones climatológicas eran salvajes, pero pudimos rodarlo todo porque no llovió ni un solo día.
Por cierto, ¿cómo se le explica a un chaval como Asier que todo es ficción, que esas escenas de terror que tiene que interpretar no son reales, para que no se asuste?
Asier es un niño muy adulto, muy inteligente. Es más adulto que niño, incluso. A sus 11 años, me alucinaba la madurez que demostraba cuando nosotros le explicábamos de qué iba realmente la escena. Muchas veces, él se nos avanzaba y nos lo explicaba a nosotros, ja, ja. En realidad, Asier tuvo que hacer un esfuerzo interpretativo para infantilizarse. Su personaje, Diego, es más inocente.

¿Por qué se ambienta la historia en el siglo XIX?
Antes de desarrollar el guion, tuve en mente una primera imagen que me gustaba muchísimo: una casa en medio de la nada. Una imagen alegórica de lo que les podía pasar a los personajes. Al comenzar a desarrollar la historia, nos dimos cuenta de que no puede transcurrir en la actualidad. Para hablar del aislamiento, teníamos que huir de tecnología y la hipercomunicación actual, y viajar un poco hacia el pasado. El siglo XIX nos iba muy bien, porque no está tan lejos de este 2022 y nos sirve para hacer un guiño del pasado al presente. En el fondo, estamos hablando de la herencia, de lo que hemos recibido de nuestros antepasados recientes. El siglo XIX español fue una época de progresos, pero también de oscuridad y guerras. Y todo esto forma parte del background de los dos personajes adultos.
¿Eres de mirar las críticas de los medios y las opiniones de las redes? ¿Cómo lo llevas ahora con “El páramo”? Twitter… ¿es un páramo que te da miedo?
Buah, ¡es tan oportuna esta pregunta ahora mismo! Soy de los que miran todas las críticas y opiniones en todas las redes. Los cuatro primeros días después del estreno, una bestia empezó a crecer dentro de mi cabeza, fruto del colapso mental que sufrí, porque no pude controlarme y leí todo lo que se publicaba en las redes. Y había, y hay, de todo: cosas muy buenas y cosas que son terribles. He recibido mensajes privados preciosos y mensajes horrorosos. Ha sido extremadamente abrumador. Nadie te enseña cómo gestionar esto: un estreno, de golpe, en 190 países a través de Netflix…
¿Y los premios también te tienen el corazón robado?
De toda la vida, los premios han sido uno de mis hobbies. Hay varias páginas de premios que sigo: de los Goya, de los Oscar o de los Globos de Oro. Con mis amigos, votaba de broma, y, de mayor, no había cosa que me hiciera más ilusión que votar en una Academia de Cine. Y por fin lo he conseguido porque ya soy miembro de la academia catalana.
¿Eres mitómano?
Mucho, y no quiero perder la mitomanía. Me viene de familia. A mi padre le flipaba el cine, y en mi casa había imágenes de Clint Eastwood y Charlton Heston colgadas en las paredes. Y en casa de mi tío, lo mismo. ¿Cómo no voy a ser mitómano? Es algo que no desaparecerá de mi sangre por mucho que me esfuerce y conozca los entresijos de esta industria. Ojo, soy incluso mitómano de los críticos y de los periodistas de cine, y poder acercarme a vosotros gracias a “El páramo” es muy fuerte.
No hace falta que te lo digamos los periodistas después de ver “El páramo”: tú mismo lo confiesas, y es que te encanta el cine de M. Night Shyamalan.
Lo que me encanta de Shyamalan es que trenza el drama con el horror de una forma muy lírica y alegórica. Y esos ingredientes me emocionan. No sabría decirte otro director que domine como él la construcción de las atmósferas inquietantes y, a su vez, extremadamente bellas. Este equilibrio, que me parece una quimera increíble, lo encontramos en títulos suyos como “El bosque” (2004) o “Señales” (2002). Shyamalan es un superdotado del lenguaje cinematográfico. Casi no sería necesario que sus personajes hablasen. Todo te lo cuenta en la puesta en escena, en cómo mueve la cámara, en los colores. Me flipa. Lo que más me gustó de “Tiempo” (2021) es la constatación de que Shyamalan se la juega, se mete en el fango, consciente de que quizá su propuesta no atraiga a todo el mundo. Otro artesano excepcional al que admiro es Mel Gibson, que tiene algunos temas en común con Shyamalan y les añade violencia. Y consigue poesía. Gibson está presente en muchas decisiones estéticas, narrativas y musicales de “El páramo”. Nada me alucinaría más en la vida que rodar una película con Mel Gibson de protagonista. Y me encantaría rodar con actores como Àlex Monner y Anna Castillo. ¡Tienen tanta verdad en todo lo que hacen! Ah, y añado a Berto Romero a esta lista de mitos míos. Queda dicho aquí.

Me encanta la expresión ‘película de miedo’, mucho más que ‘película de terror’. ¿Te ocurre lo mismo?
Sí, sobre todo, en relación a “El páramo”, porque le encaja más la expresión ‘de miedo’ que ‘de terror’. La película habla del miedo, sobre cómo convivir con él y cómo nos puede transformar. Cómo puede acabar con nuestra vida o cómo podemos vencerlo.
¿Cinco películas de miedo de referencia tuyas? No te embales: cinco son suficientes.
¡Difícil! Pero soy muy fan de las listas. Número uno, “La semilla del Diablo” (1968), de Roman Polanski. Número dos, “Hereditary” (2018), de Ari Aster, una película que me voló la cabeza de forma absolutamente inesperada. Hacía años que no pasaba semanas sin poder dormir. Cada noche veía a la niña de “Hereditary” en mi habitación. Tercera, “El orfanato” (2007), de J.A. Bayona, compitiendo con “Los Otros” (2001), de Alejandro Amenábar. Y después, la ya mencionada “Señales”, de Shyamalan, y “Cromosoma 3” (1979), de David Cronenberg. Perdona, también me alucinan “La profecía” (1976), de Richard Donner, y “Poltergeist” (1982), de Tobe Hooper. De las recientes, “Maligno” (2021), de James Wan.
De joven, ¿aún te pilló la época del VHS, de ir al videoclub a alquilar las novedades y verlas una y otra vez?
Para mí, lo más apasionante de la semana era que llegase el finde para poder ir al Coco Vídeo, que era mi videoclub. Y la más grande de las frustraciones era llegar ahí y ver que el lanzamiento que estabas esperando ya estaba cogido, y pasaban semanas hasta que te tocaba a ti. ¡Qué angustia, de peli de terror también!
¿Tú eres un freak, sin ningún tipo de vergüenza, sino todo lo contrario, completamente orgulloso de serlo?
Sí, sí, con orgullo. Antes que ser cineasta, soy cinéfilo. La pasión de hacer cine viene de la pasión de amar el cine como espectador.
¿Te haría ilusión que un chaval o una chavala, después de ver “El páramo”, dijera a sus padres que quiere hacer eso, que quiere dedicarse al cine, y a la dirección en concreto?
Sería increíble, sobre todo, porque el cine me ha dado tanto… He aprendido a ver el mundo y la vida a través del cine. Diría que he aprendido más de las películas que de la escuela. Y me encantaría que alguien recibiese algo parecido con “El páramo”, a nivel personal o profesional.
¿Saldrías del género fantástico para rodar una comedia o un musical, por ejemplo?
Sí, por supuesto. Tengo la suerte de que, como espectador, me gusta mucho tipo de cine y, por lo tanto, tengo ganas de hacer muchos tipos de películas. De hecho, con Martí Lucas y Fran Menchón estamos escribiendo tres guiones en paralelo, y los tres guiones son sátiras, comedias negras, un poco en la línea de “No mires arriba” (2021), de Adam McKay, y de “El buen patrón” (2021), de Fernando León de Aranoa. Claro que mi sueño sería hacer una película épica tipo “Braveheart”, “Gladiator” (2000), de Ridley Scott, o “Ben-Hur” (1959), de William Wyler. Me flipan sus batallas. Pero también me agradaría hacer animación, porque soy súper fan de la Disney de los años 90.
