Desde hace algo más de un año, la carrera de Laia Manzanares (Barcelona, 1994) no tiene freno. La vimos en series tan populares como “Merlí” (TV3) y “Estoy vivo” (TVE), y ahora ha estrenado en los cines “Alegría”, ópera prima de Violeta Salama. Justo después de acabar el rodaje de otra película tan independiente como esa, y a punto de zambullirse en la filmación de otra, hablamos con la actriz sobre este frenesí profesional, y también sobre Uma Thurman y Scarlett Johansson, y sobre psicología y timidez.

A ti te interesa mucho la psicología. ¿Cómo definirías psicológica y socialmente a Yael, tu personaje en “Alegría”?

Yael es una chica de Israel, educada en el judaísmo y con una situación de clase más bien privilegiada. Psicológicamente, es una persona que ha estado ultra mega protegida y también muy limitada por las tradiciones y la cultura, y que, por primera vez, se escapa, y se va a Melilla para empezar a tomar sus propias decisiones. Para mí, es una chica de veinte y pico que está pasando la adolescencia. Rompe un poco con toda la herencia que ha recibido y comienza a hacer las cosas que ella quiere.

Ante la boda, ¿está resignada o está contenta?

Llega a Melilla extremadamente contenta y, desde el minuto uno, comienza a decepcionarse. Porque iba con la energía de volver a Melilla, ir a la casa familiar a preparar la boda… y, de golpe, se encuentra con Alegría, su tía, que, nada más verla, ya le echa mocos sin parar. Pobrecilla, ¡me sabe súper mal por ella! La veo súper vulnerable, pese a ser una tía fuerte. Es un personaje como de porcelana. Si no la coges bien, se te resbala de las manos y se rompe.

Rodar en Melilla, ¿una gran e inolvidable experiencia?

Es como una España de los 80 y 90, y para mí ha sido una especie de viaje hacia atrás en el tiempo. Hasta los coches son como antiguos. Es Europa y también es África. Hay una mezcla brutal de culturas.

¿Cómo fue el trabajo con Violeta Salama, la directora de “Alegría”?

Muy fácil, porque ella es una tía muy guay. Adaptó el guion que ya había escrito al reparto que, finalmente, escogió. Si yo era Yael, ella quería que Yael y Laia se acercaran la una a la otra, y se encontraran en un punto intermedio. Tuvimos a una coach judía, que nos fue muy bien. Yo sabía muy poco de la cultura judía, y el hecho de estar en su propia casa, con su familia, fue estupendo y me ayudó a entender a Yael. Después, en el rodaje, todo fluyó mucho.

Coincidir en “Alegría” con Cecilia Suárez, conocida por la serie “La casa de las flores” (Netflix), debió ser otra enorme experiencia.

Fue genial, un privilegio. Cecilia es una crack y, además, en la peli, se ha quitado el acento mexicano. Estaba todo el día con el móvil con los audios de su foniatra. Estrenamos la película en México, en el Festival de Guadalajara, y había gente que nos preguntaba si Cecilia estaba doblada. Tiene un humor cínico y es muy generosa. Una buena capitana.

Sueles decir que, de pequeña, eras muy tímida. ¿La interpretación te ayudó a superarlo? 

Hasta los 12 años, casi no hablaba. ¡Mis vecinos nunca me habían oído la voz! Cuando vi a Uma Thurman en “Kill Bill” (Quentin Tarantino, 2003), se produjo un clic en mí. Al verle, pensé: “Cuando sea mayor, todo será más fácil. Podré ser libre para hacer cosas como las que hace ella”. No quería ser exactamente actriz… ¡yo quería ser Uma Thurman en “Kill Bill”! No tenía aún muy claro si en la vida o en el trabajo. Eso vino después, como en el caso de la Yael de “Alegría”. Fue cuando salí del huevo y comencé a tomar decisiones. Como era tan tímida, me apuntaron a teatro en primaria. Y es uno de mis grandes traumas, porque era con gente de un curso superior y yo pensaba: “Son los mayores, ¡qué miedo!”. Aparte, tenía pánico a hablar en público. No, yo no era la típica niña que canta y que baila. No hubiera apostado nunca a que, años después, sería actriz. Fue de mayor cuando dije: “Me apetece hacer teatro”. Estudié en la escuela de Nancy Tuñón y, cuando me tocó plantearme qué carrera seguir, reflexioné: siempre se está a tiempo de estudiar psicología, y, en cambio, ahora tengo muchas ganas de seguir los estudios de artes escénicas. Y tiré por ahí.

Ser la protagonista del videoclip del grupo Tame Impala “The less I know the better” marca un antes y un después en tu vida.

Totalmente. Yo entonces no sabía quién era Tame Impala, la verdad. Una amiga, Anna Serrano, me llamó porque estaba haciendo el cásting este videoclip. Y yo respondí: “Vale, tengo cero euros en la cuenta corriente”.  Necesitaba cobrar algo porque solo tenía 75 céntimos o 15, o algo así. Yo creo que Beyoncé me ha visto en el videoclip, porque nos nominaron a unos premios de la MTV de Londres, compitiendo con ella y otros artistas más. Me parece la cosa más fuerte del mundo, ja, ja. A ver si me llama Beyoncé para un videoclip.

Y llega la Oksana de “Merlí”. ¿Es un personaje que ayudaste a construir con los creadores de la serie?

Hay un 50 por ciento suyo y un 50 por ciento mío, porque construí a Oksana con Héctor Lozano e Isaac Alcayde, el creador y el coach de la serie.

¿El look de Oksana fue idea tuya?

Lo hicimos con el equipo de maquillaje y peluquería. Les propuse lo de raparme de un lado, y le envié a Héctor unas fotos mías, de cuando tenía 16 años y me dio por afeitarme la cabeza. Creo que le iba muy bien a Oksana: es joven, tiene ganas de hacer lo que hace todo el mundo y no quiere que nadie sepa que es madre. Es una rebelde que no quiere que la vean como a una madre, porque considera que es mucho más que eso.

Por la calle, ¿aún eres Oksana?

Ayer, por ejemplo, fui a las fiestas de Sant Andreu, a un concierto, y, saliendo de ahí, chillaban: “Oksana, Oksana”. En México, la gente me paraba porque yo era la de “Merlí”.

Carlos Cuevas y Laia Manzanares en ‘Merlí’.

“Estoy vivo” es otro hito en tu carrera. No solo por el volumen de trabajo, sino también porque ahí tienes un trabajo muy físico.

Fue totalmente nuevo para mí. En este sentido, teníamos a unos especialistas para ensayar las peleas o los descensos con una cuerda. Me encantó.

¿Y no te hiciste daño?

Me hice daño, pero corriendo yo sola. Me lo pasé muy bien con “Estoy vivo”. Cuando me dijeron que me descolgarían del techo, exclamé: “Toooooma”. Es una serie que intenta hacer un tipo de ciencia-ficción muy costumbrista, para que todo el mundo pueda identificarse con ella. Las cosas paranormales son una excusa para hablar de temas emocionales: la distancia, el duelo, por qué muere la gente… En cada capítulo lloras, porque hay la escena emotiva, la de reconciliación, la de pérdida o la de enamoramiento. Una gran variedad.

Vamos al cine. Tenías un pequeño, pero importante, papel en “El Reino” (2018), de Rodrigo Sorogoyen. La cámara entraba en la casa donde te encontrabas tú, y era un plano secuencia frenético, subiendo y bajando unas escaleras.

Fue la hostia. Estoy súper contenta con “El Reino” (2018). Sorogoyen es un gran director, es muy inteligente y nada rebuscado. Dedicamos un día a ensayar esta escena que duraba entre 17 y 18 minutos, en plano secuencia. No podías llegar tarde al paso de la cámara, porque, si no, la escena se quedaba muerta. Encima, con todos esos actorazos al lado. Yo preguntándome: “¿Qué hago aquí?”.

¿Crees que estás haciendo más dramas que comedias, y que hay en ti una actriz cómica por explotar?

Yo no sé si soy buena en comedia, porque nunca he hecho comedia. En mi vida privada, soy payaso blanco, la persona que hace que los demás sean graciosos. Pero mi parte humorística no la tengo explorada en la pantalla, y me gustaría hacerlo en la próxima serie que haga Berto Romero. Sería mi ilusión, aunque sea sirviendo cafés. Sí, quiero hacer comedia. Necesito reír.

Todos los actores y actrices sois diferentes a nivel de imagen, pero lo cierto es que tú no te pareces a nadie, como mínimo, de la industria audiovisual española. ¿Te lo dicen a menudo? ¿Que incluso pareces extranjera?  

Hay algo raro, porque en Barcelona me hablan en inglés, porque tengo un físico medio nórdico, pero, a la vez, no tanto, porque mis ojos no son azules, ni mi pelo es híper mega rubio. Y ni soy del todo pálida.

Me extraña que no te ofrezcan personajes de extranjera. Bueno, rectifico, está Oksana…

Sí, ella es adoptada, es de Ucrania. Lo bueno es que vino con 3 años y que no tenía que hablar ucraniano, porque habría sido complicado. Sí, hay algo ambiguo en mi cara.

Te recuerdo en tres obras de teatro en Barcelona: “Odisseus”, en la Sala Beckett, dirigida por Quimet Pla; “Amanda T”, en la Sala Atrium, a las órdenes de Àlex Mañas, que también era el autor; y “Temps salvatge”, dirigida por Xavier Albertí a partir del texto de Josep Maria Miró, en el Teatre Nacional de Catalunya. ¿Son tres montajes que te han marcado?

Profundamente. “Odisseus”, porque también estaba como medio en familia, con Quimet Pla y Oriol Pla, que son personas a las que quiero mucho. Éramos 25 personas, música en directo… a mí, aquello me volvía loca. Pagaría por volver a hacer “Odisseus”. “Temps salvatge” fue mi primer teatro remunerado, por decirlo de alguna manera. Fue entrar en el mundo de las burocracias teatrales y lo institucional. De golpe, estar en la sala grande del Teatre Nacional de Catalunya… ¡buaaaah! Una locura. Y “Amanda T” me gustó mucho porque fue la primera vez que hice teatro para la chavalería, para adolescentes. Y venían coles a ver la obra. Era una historia durísima, pero útil, y me agradaba explicársela a los jóvenes.

Alejo Sauras y Laia Manzanares en ‘Estoy vivo’.

Acabas de rodar “La desconocida”, el segundo largometraje de Pablo Maqueda. ¿Lo ideal es combinar proyectos como este con series como “Estoy vivo”? Es decir, lo indie y lo mainstream.

Lo ideal es que vengan los trabajos de donde sea, de un lado y de otro. Pero sí que es verdad que soy siempre más partidaria de lo más pequeño, que es donde hay más corazón. “Alegría” y “La desconocida” son pelis que llevaban siete años de buscar dinero, de reescribir el guion, de encontrar el reparto. No son proyectos para ser rodados y estrenados inmediatamente, sino que son el fruto del sueño de años y años de alguien. Y contribuir a que se realicen es muy satisfactorio.

¿Vas mucho al cine? ¿La última película que has visto?

Este último año he ido poquísimo al cine y no he leído nada, pero porque no he parado de trabajar. Y es bastante literal que un día he acabado un proyecto y he comenzado otro. La última que he visto es “Madres paralelas”, de Pedro Almodóvar. De las estrenadas este 2021, una peli que me ha vuelto loca ha sido “Otra ronda”, de Thomas Vinterberg. Y tengo ganas de ver “El poder del perro”, de Jane Campion, y “Spencer”, de Pablo Larraín, porque me han hablado muy bien de ellas.

¿Tienes referentes y preferidos en el mundo de la dirección o de la actuación?

No soy una tía muy mitómana, y creo que soy más de obsesiones. De pequeñas obsesiones. Entre mis últimas obsesiones está Scarlett Johansson. Una de las referencias que tenía para “La desconocida” era la Scarlett de “Under the Skin” (2013), de Jonathan Glazer, porque en la película prácticamente no hace nada. Hay algo que me gusta de la gente que no hace nada y, a la vez, hace 3.000 cosas. Quiero decir que sus ojos hablaban por ella. También me gusta Ruben Östlund, el director de “Fuerza mayor” (2014), que es un retrato de la masculinidad frágil muy bien explicada. Me interesa el mundillo de los cineastas nórdicos actuales.

Estás a punto de comenzar a rodar en Mallorca “Quest”, la ópera prima de Antonina Obrador.

Tiene muy buena pinta. El personaje de Enric Auquer está solo hasta que llego yo, que soy su hermana. Es una historia sobre el duelo, a partir de lo que le pasa a un científico que se va a la isla de Quest para investigar el suicidio de su mujer, interpretada por Maria Arnal. Antes he rodado una serie de Netflix, que se llama “La noche más larga”. Llevo desde agosto del año pasado que no he parado, y necesito una pausa.

¿Para que un proyecto te interese, qué ingredientes tiene que tener?

Los personajes me tienen que conectar con algo que a mí me apetezca explicar. Con proyectos como “Alegría” o “La desconocida” me dejo la piel.

¿Un deseo para el 2022? Personal o profesional, o ambas cosas.

¡Que se acabe la COVID! Que se termine, y el resto de cosas malas de la vida ya las iremos arreglando.

Pere Vall
Pere Vall es periodista cultural y del mundo de la farándula en general, especializado en cine. Colabora en Time Out, Ara, RNE y Catalunya Ràdio, y fue redactor jefe en Barcelona de la revista Fotogramas durante más de 20 años. Fanático de Fellini, de las películas de terror buenas, regulares y malas, y del humor y la comedia en general. De pequeño quería parecerse a Alain Delon, y ha acabado con una cierta semejanza a Chicho Ibáñez Serrador. No se queja de ello.