El Juan Carrasco de ‘Venga Juan’vive en la misma urbanización de lujo que Carlos Baute, aunque, cada vez que se lo cruza, él se empeñe en saludarlo como “Chayanne”. El Bob Pop adolescente de ‘Maricón perdido’es, en cambio, vecino de los Pecos, y falsifica su autógrafo ante las fans del dúo. Si hubiera que buscar paralelismos entre las dos series, quizás en un primer vistazo, las coincidencias terminarían ahí, pero lo cierto es que ambas comparten un espíritu similar: la ruptura total con las supuestas reglas de la comedia. Porque, ¿es realmente comedia que, avergonzado por la gordura de su hija, Juan finja que la chica es una huérfana de padres rumanos “probablemente obesos”? ¿O la soledad y sordidez que transmiten las escenas de sauna, por mucho que las tamicen el paso de los años y el recuerdo de Bob Pop? Tanto ‘Maricón perdido’como ‘Venga Juan’han roto las costuras del género y, por más que se recurra a neologismos como “dramedia”, ninguna etiqueta puede abarcar una originalidad a la que cada una de las dos ha llegado por caminos diferentes.

‘Vota Juan’, la primera temporada de las andanzas de Carrasco, partía de una tradición caricaturesca que bebía de series como ‘The Office’ o la más cercana ‘Vergüenza’. Un político chabacano y patán definido por sus defectos, con tramas y, sobre todo, actitudes que, aunque huían de oportunismos y guiños a la actualidad, alcanzaban el estatus de categoría. Gracias a un asombroso Javier Cámara, los espectadores identificaban al protagonista con ese “yo” oculto que todos tenemos y que rara vez nos atrevemos a mostrar, al menos de forma consciente. Las tramas absurdas, los personajes, los gags… Todo funcionaba y, aun así, Diego San José y su equipo dieron un paso más allá arriesgando y haciendo evolucionar a la serie hacia terrenos insospechados que ya se adivinaban en ‘Vamos Juan’y que culminan en la tercera entrega, ‘Venga Juan’. Cada vez menos chistes ya probados y, por tanto, previsibles. Menos velocidad de comedia. Más ritmo interno. Salpicados en la trama general, episodios con personalidad autónoma, como el de Estambul, la embajada argentina o el del encuentro en casa de constructor corrupto. Pequeñas cápsulas de genialidad que sirven para profundizar en personajes en los que parecía imposible la hondura. Donde antes resonaba ‘Aterriza como puedas’ahora se escuchan ecos de Shakespeare. ¿Comedia? Tal vez es que las dos tradiciones pueden convivir con naturalidad.

‘Maricón perdido’, por su parte -y en la medida en que el narrador se convierte en el personaje principal- podría entroncar con un género, el de la autoficción, que tiene sus grandes referentes en Larry David o en ‘Louie’, y que en España ha propiciado títulos tan destacados como la pionera ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?’o ‘Mira lo que has hecho’, de Berto Romero, que es, por cierto, productor ejecutivo de la serie. Pero, a diferencia de sus predecesoras, los ingredientes de partida no parecen en este caso demasiado aptos para la parodia o la caricatura. Acoso escolar, malos tratos, homofobia, una violación… En un terreno abonado para la tragedia, Bob Pop ha hecho brotar una obra luminosa y aparentemente ligera. Y para ello ha echado mano de un sinfín de recursos narrativos: líneas temporales que se alternan, mezcla de realidad y de ficción, la fantasía como refugio, traumas que se transforman en literatura, o un narrador que, convertido en personaje, empieza a volar por su cuenta al margen de las decisiones de su creador. Pocas veces se ha visto tanto derroche de creatividad con tanta naturalidad y tan poco alarde. Y por encima de todo, una mirada en paz consigo misma y que huye del ajuste de cuentas.
Dentro de unas semanas, ‘Venga Juan’, ‘Maricón perdido’ y otros títulos como ‘Vida perfecta’ rivalizarán por el premio Feroz a mejor serie de comedia. Nadie se va a extrañar. Pero tampoco llamaría la atención si compitieran en la categoría de drama. O de dramedia. O de cualquier otro palabro que estemos a punto de inventar. Porque, llegados a este punto en la ficción televisiva española, los moldes se han hecho trizas y el único límite es el que marca el talento de los creadores.
