La carrera de Agustí Villaronga (Mallorca, 1953) no deja de sorprendernos, siempre agradablemente. 35 años después de su debut en el largometraje con “Tras el cristal”, el cineasta y su equipo se llevaron seis premios en el último Festival de Málaga gracias a “El vientre del mar”, que se estrena en los cines el 12 de noviembre. Adaptación de un capítulo de una novela de Alessandro Baricco, la película aúna el relato de supervivencia y el cine de juicios, un pasado ahogado por el mar y un presente que mira hacia atrás con ira. Rodado durante la pandemia, es un trabajo austero, minimalista, sin un presupuesto holgado, pero con toda la creatividad y personalidad del inspirado autor de “Pa negre”, “El mar”, “El Rey de la Habana” o “Incierta gloria”. Mientras vigila el cáncer que le detectaron este verano, el realizador rememora un rodaje lleno de libertad y tranquilidad, el de un film de naufragios que dialoga con la actualidad.

¿Cómo surge un proyecto tan insólito y diferente en tu carrera como es “El vientre del mar”? Tengo entendido que fue durante el confinamiento, o sea, por culpa de la pandemia.

Sí, sí, fue entonces. Yo estaba en Mallorca y ya tenía hecha la adaptación de un capítulo de la obra “Océano mar”, de Alessandro Baricco. En esas circunstancias tan adversas, solo me podía plantear hacer una película pequeña y con gente de Mallorca. Y nos pusimos a trabajar con el productor, Javier Pérez Santana. “El vientre del mar” es un acto de rebeldía: frente a esa obligación de pararlo todo, teníamos que continuar. Como fuese y con cuidado. Por otra parte, me había impresionado mucho un cuadro del pintor romántico Théodore Géricault, “La balsa de la Medusa”, que habla del mismo suceso que el libro de Baricco: en 1816, la fragata Alliance, de la Armada francesa, naufragó frente a las costas del Senegal, lo que provocó que 150 personas fueran abandonadas durante 13 días en una balsa improvisada. Eso provocó una mezcla de sed, hambre, locura y hasta canibalismo. Solo sobrevivieron 15. En el film escuchamos los testimonios del teniente médico Savigny y del timonel Thomas, interpretados por Roger Casamajor y Òscar Kapoya. No es nada descabellado encontrar en ese naufragio del siglo XIX reminiscencias, parecidos con naufragios de ahora mismo… y no muy lejos de donde estamos.

¿Os costó encontrar financiación?

No, porque la película ya tenía un coste inicial muy bajo. Recibimos una ayuda muy importante del Consell Insular de Mallorca, y, en cualquier caso, yo era consciente de que no podía estirar más el brazo que la manga, como se suele decir. Un equipo muy pequeño y tres semanas de rodaje. El rodaje no fue una cosa descabellada, porque se movía poco dinero.

En todas tus entrevistas recalcas la libertad que os acompañó durante la filmación.

Es verdad. Es algo que no olvidaré. Fue la consecuencia de no tener que pasar previamente por productoras, teles y plataformas para tirar adelante este proyecto. Hacer “El vientre del mar” ha sido como volver a mis inicios como cineasta, pero con la experiencia que ahora tengo. Experiencia e ilusión. Fue como escribir con bolígrafo.

Yo la veo también como una cinta de aventuras, pequeña, diferente, iconoclasta, pero de aventuras. ¿Estás de acuerdo con la definición?

No sé, para mí, una película o un libro de aventuras es “Viaje al centro de la Tierra”. A mí me recuerda más a ese film que se llamaba “¡Viven!”, que dirigió Frank Marshall en 1993, sobre el equipo de rugby de Uruguay cuyo avión se estrelló en los Andes en 1972, y tuvieron que sobrevivir como pudieron. Y no todos lo consiguieron. Y aquellos que sí lo lograron fue a costa de hacer cosas muy extremas. Pues tanto “El vientre del mar” como “¡Viven!” hablan de cómo la vida de uno depende de la muerte de otro. Ahí fue en la nieve, y aquí en el mar. En ambos casos fue una guerra entre seres humanos por su supervivencia.

Se trata de una experiencia visual con una fuerte influencia de la novela y de las estructuras teatrales.

Sí, tiene una fuerte base literaria, con esa voz en off, y combinando el color con el blanco y negro. Es muy interesante fotográficamente y con unos efectos visuales de lo más especiales.

Roger Casamajor. ‘El vientre del mar’.

Tú confías en la sensibilidad del espectador. De un espectador que no se asusta ante propuestas artísticas tan diferentes, sino todo lo contrario: lo agradece y celebra.

El gran reto era contar un relato que se entendiera, porque está explicado desde sitios diferentes, y combinando pasado y presente. No tiene una narrativa convencional, pero, en su paso por el Festival de Málaga, ya pude comprobar que el público entraba en la historia y la seguía.

Eres un cineasta libre, poco amantes de ciertas normas… ¿Esto te hace mantener una posición crítica con las plataformas?

No, no es eso. Yo entiendo que, ante todo, ellas quieran hacer pasta, dinero. Lo que sí han logrado es condicionar nuestra manera de ver el cine. Antes, en las salas. Ahora, en las salas que nos quedan y, sobre todo, en casa. ¡Pero también hay gente que ve las películas en el móvil!

Trabajas por quinta vez con Roger Casamajor, al que descubriste en “El mar” (2000) y que, hace unos meses, ganó el premio de interpretación en Málaga gracias a “El vientre del mar”. ¿Roger es garantía de complicidad y de calidad?

Las dos cosas. A Roger le he visto crecer como actor. Es como un hijo del que dices: “Coño, cómo crece”. El suyo era un papel difícil, y nuevamente ha sido un placer contar con él. De entrada, Roger siempre aporta mucho a sus personajes. Construyó muy bien su papel. Además, su relación profesional con el otro protagonista, Òscar Kapoya, fue muy bonita. Se entendieron muy bien. ¡Pobres, estaban todo el día en remojo o con cuchillos! Fue un rodaje de buen rollo.

Triunfaste por todo lo alto en Málaga y, pronto, llegarán las nominaciones a los Goya y a los Gaudí. ¿Cómo lo ves?

Por una parte, me produce cierta tristeza que solo haya cuatro películas en catalán en los Gaudí, incluida la nuestra. Como mínimo, seremos nominados, eso sí. Y el tema Goya es más complicado. Recuerdo que, el año de “Incierta gloria”, tuvimos muchas nominaciones y premios en los Gaudí, mientras que en los Goya solo obtuvimos una nominación, que no ganamos, la del Mejor Guion Adaptado. También tengo presente el caso de “La Vampira de Barcelona” (2020), de Lluís Danés, que arrasó en los Gaudí, pero que para los Goya ni existió.

Òscar Kapoya. ‘El vientre del mar’.

¿“Pa negre” (2010) marca un antes y un después en tu carrera?

Es evidente. Fue gracias a la productora Isona Passola, que fue quien me fue a buscar para dirigir la adaptación de la novela de Emili Teixidor, un escritor que enseguida me cayó súper bien. “Pa negre” me permitió hacer una película para el gran público. Pasé de ser un marginal a formar parte de la industria y a hacer películas con más dinero. Encima, los Goya también nos bendijeron.

¿Cómo recuerdas el rodaje de tu ópera prima, “Tras el cristal” (1986)?

Fue muy accidentado. Y, como solía pasar en esa época, sin pasta. Y nos embargaron el negativo. Eso sí que fue toda una aventura, y no “Viaje al centro de la Tierra”. La película la produjo Teresa Enrich, con la colaboración de Paco Poch, que precisamente ahora se ha encargado de la proyección internacional de “El vientre del mar”. Fuimos al Festival de Moscú gracias a Paco. Tengo que decir que he tenido mucha suerte con mis productores: Isona Passola, Teresa Enrich, Paco Poch, Antonio Cardenal, Andrés Vicente Gómez, Julián Mateos…

¿Y cómo te defines como cineasta? ¿O te da un poco de pudor autodescribirte?

Más que pudor, no sé hacerlo. Si me guío por lo que dicen los demás, soy un cineasta con una poética especial, ligada al mar o a la crueldad. Soy un director curioso, porque en cada película busco cosas diferentes.

Estás en pleno tratamiento del cáncer y te estás cuidando. ¡Ánimo! ¿Tienes proyectos de cine, a corto o largo plazo?

Para empezar, una película creada con Mario Torrecillas. Una historia de barrio, con niños y una mujer que tiene Alzhéimer. Un guion en la línea de “Pequeña Miss Sunshine” (Jonathan Dayton & Valerie Faris, 2006), con humor y humanidad. Eso sí, tiene dos títulos: “3.000 obstáculos” y “Loli Tormenta”.

Pere Vall
Pere Vall es periodista cultural y del mundo de la farándula en general, especializado en cine. Colabora en Time Out, Ara, RNE y Catalunya Ràdio, y fue redactor jefe en Barcelona de la revista Fotogramas durante más de 20 años. Fanático de Fellini, de las películas de terror buenas, regulares y malas, y del humor y la comedia en general. De pequeño quería parecerse a Alain Delon, y ha acabado con una cierta semejanza a Chicho Ibáñez Serrador. No se queja de ello.