Dice el tópico que, al cabo de unos siete años, todas las células del cuerpo se han renovado ya. Entonces, ¿seguimos siendo quienes éramos, si ni una sola de nuestras células de 2021 existía en 2014? En el caso de Jeanette, la protagonista de ‘Cruel Summer’, este proceso de renovación parece ser aceleradísimo. En el primer capítulo de la serie la vemos en tres días diferentes: el 21 de junio de 1993, de 1994 y de 1995. Pero en cada uno de estos tres años topamos con una Jeanette muy diferente. En el primer año, es una adolescente inadaptada e invisible para sus compañeros. En el siguiente 21 de junio, se ha convertido en la estudiante más popular del instituto, pero con un estilo inquietantemente similar al de Kate Wallis, una chica que ha desaparecido. Finalmente, un año después se ha convertido en una de las personas más odiadas de los Estados Unidos, por un hecho relacionado con la desaparición, precisamente, de Wallis.
Detrás de estos cambios repentinos de personalidad está la voluntad de los creadores de explorar los cambios de la adolescencia y su vulnerabilidad ante las presiones sociales. ¿Es realmente Jeanette el monstruo que los medios describen? La serie es obra del guionista y dramaturgo Bert V. Royal, que se ha especializado en hablar de este paso de la infancia a la juventud. Nacido en Colorado hace 43 años, su primer éxito fue la obra teatral ‘Dog sees God: Confessions of a teenage blockhead’, con la que consiguió llamar la atención en el circuito Off-Broadway, en 2005. Además de en los escenarios, también ha trabajado en el mundo del cine. De él es, por ejemplo, el guion de la película ‘Easy A’. Para ‘Cruel Summer’, ha contado con la participación de Jessica Biel como productora. En primera instancia, la serie se estrenó en la televisión por cable americana, pero los buenos resultados de audiencia han empujado a Amazon a comprarla para ofrecérsela al resto del planeta.
La historia no es especialmente innovadora: estamos en el terreno conocido de los institutos y el terrible concepto de popularidad, probablemente la unidad monetaria más potente en este microcosmo, que decide el valor de cada cual y su posición en la pirámide. El planteamiento es tópico, pero el hecho que las madres acaben teniendo un protagonismo importante –y qué madres– permite elevar el discurso y abordar la contribución de los adultos a la hora de crear unos jóvenes inseguros, traumatizados y, a menudo, mezquinos.
Pero si en los temas resulta convencional, en la forma está el principal rasgo distintivo y aliciente de la serie. No está narrada cronológicamente, sino que en cada capítulo se examina un mismo día de los tres años consecutivos mencionados. Este juego de la charranca permite trazar líneas no evidentes entre causas y consecuencias: un detalle fútil de 1993 acaba marcando del todo a la Jeanette de 1994 y la yuxtaposición de escenas ayuda a subrayarlo. La fragmentación temporal no es la única que se presenta al espectador: ‘Cruel Summer’ alterna también los puntos de vista. Sin llegar a ser tan radical como ‘The Affair’, donde una escena idéntica se repetía, pero con variaciones elocuentes, aquí Kate Wallis también tiene ocasión de explicar el relato desde su óptica. Y de mostrar sus miserias. Es el espectador quien tiene que decidir cómo encajan las piezas. Si es que encajan, claro está. El primer instinto pasa por adjudicar a una de las dos la condición de víctima de la otra. Pero a medida que transcurren los episodios, y que el guion gira la perspectiva, acaba haciéndose claro que, en realidad, las dos son el producto de una misma realidad: una sociedad hipócrita.

El otro posicionamiento explícito que quiere ocupar ‘Cruel Summer’ es el de reivindicar la década de los noventa. La serie va cargada de referencias que buscan guiñar el ojo al espectador: ¿Recuerdas cuando nos conectábamos a internet con un módem ruidoso? ¿Recuerdas las camisas de leñador? Una vez agotado aparentemente –y con permiso de ‘Stranger Things’– el revival de los años 80, ahora toca examinar la década siguiente, cuando la abundancia y los colorines dieron paso al desencanto y el cinismo. La primera conexión con aquellos años es, como era previsible, la banda sonora, que incluye alguno de los himnos musicales de aquel periodo, de la mano de bandas y solistas como Garbage, The Cranberries, Susan Voelz, Tiger Trap o Mazzy Star.
‘Cruel Summer’ difícilmente asomará la cabeza por ninguna lista de final de año con las mejores series. Pero, a pesar de que no arriesgue demasiado más allá de los artificios formales, es un producto honesto que se adentra en el angst adolescente sin la condescendencia presente en tantas otras ficciones sobre esta etapa convulsa de la vida.
