Durante muchos, muchos años, el código social mandaba esconder la diferencia. Los homosexuales, mejor en el armario. Los inmigrantes, mejor en barrios en los que no los veamos. Las personas con síndrome de Down, mejor encerradas en casa. Por suerte, aquellos muchos, muchos años han pasado a la historia y –aunque siempre habrá algún energúmeno en libertad alimentando el estigma o algún partido nostálgico de los viejos privilegios– los colectivos considerados oprimidos o desfavorecidos tienen hoy en día más mecanismos para reivindicarse que nunca. Es decir, para existir normalizadamente en la esfera pública. El humor ha resultado ser una de las herramientas que ha permitido avanzar en este progreso. Solo hay que ver como los gays se han apropiado del término ‘maricón’ para constatar el poder de la risa para desactivar las cargas negativas que cargan las palabras.
El programa ‘Tabús’, del que TV3 ha estrenado la segunda temporada, es un ejemplo de cómo el humor que hace años solo generaba burla y marginación –los “chistes de mariquitas” de Arévalo– ha dado paso a otro estilo, combativo y terapéutico, que en vez de «reírse de» lo que hace es «reírse con». La mecánica de los nuevos capítulos sigue siendo la misma: el actor David Verdaguer pasa unos días de convivencia con miembros de algún colectivo que habitualmente es repudiado por la sociedad. Y a partir de las experiencias que comparten, y de las confesiones hechas aprovechando las complicidades creadas, se crea un monólogo que el intérprete defiende ante los protagonistas del episodio y sus familiares.

Como es natural, si Verdaguer se riera de sus invitados, saldría del teatro trinchado y en cajas. Pero lo que hace es hablar en voz alta de la cruda realidad, con sus patetismos, pero también con el consuelo de la risa, para plantar ante el espectador un espejo donde ver reflejado sus prejuicios. En este sentido, el objetivo del monólogo no es hacer humor costumbrista, sino lubricar el camino para que el público se pueda poner en la piel de personas que no acostumbran a aparecer en el relato de los medios de comunicación. Y que, cuando lo hacen, suele ser para hablar de ellos como problema.
En esta segunda temporada, ‘Tabús’ muestra las vivencias y reflexiones de personas que sufren adicciones, de antisistema que han optado por vivir en los márgenes de la sociedad, de mujeres que no pueden ser madres, de trabajadores de una industria del porno cada vez más cuestionada, de personas alejadas de la belleza normativa, de gente que tiene altas capacidades (y que su don a menudo se ha convertido en una rémora que tienen que arrastrar), de personas que han encontrado la felicidad fuera del corsé de la monogamia y de gente mayor.

El formato es original belga, de la productora Panenka, y a Cataluña llega versionado por El Terrat. A pesar de que se trata de una adaptación, la segunda temporada que se puede ver en TV3 aborda algunos colectivos que no han aparecido, al menos de momento, en las otras ediciones internacionales que tiene este programa de realidad. La valentía de hacer humor con unos materiales tan delicados ha hecho que el programa fuera nominado a un Emmy como mejor show no guionizado. El ‘Tabús’ catalán ganó en 2020 el premio Iris del Jurado, otorgado por la Academia de Televisión, y también el premio al mejor formato de entretenimiento, concedido en este caso por el Zoom Festival Internacional. Y, sobre todo, se coronó como líder del prime time los días en que se emitió la primera temporada, con una media de 467.000 espectadores por capítulo.
Intolerantes con el otro ha habido siempre, y probablemente siempre los habrá. ‘Tabús’ difícilmente cambiará los prejuicios de aquel que tenga la mochila llena. Pero sí que es un programa que se dirige de manera muy clara a quienes, a menudo con la mejor de las intenciones, acaban cayendo en el paternalismo porque consideran esa diferencia como rasgo de inferioridad. Son quienes miran a una persona con diversidad funcional y piensan «pobrecita…». Y quizás ignoran que esa persona ha conseguido un hito nada menor que a ellos los está vedado: reírse de uno mismo.
