La fachada de la neutralidad suiza es resplandeciente, pero si nos acercamos lo suficiente empezaremos a ver las grietas y los trozos que se han ido desprendiendo, fruto de la revisión histórica. «Vosotros los suizos no sois diferentes», le espeta un chico judío de un grupo que acaba refugiado en unas instalaciones del país donde las condiciones (y las miradas) son más propias de unos prisioneros que de unos invitados, apenas acabada la guerra. Y este sentimiento de expurgar las culpas del pasado recorre toda la acción de ‘Laberinto de paz’, una corproducción europea ambiciosa que ha estrenado este abril Filmin.

La historia arranca con una boda: la de Klara, la hija de un industrial textil, y Johann, un chico de clase más modesta. Aparentemente, el chico ha tenido suerte y acaba de entrar en el ascensor social. Pero resulta que la fábrica tiene los pies de barro y es demasiado dependiente de una concesión del estado que ya no se renovará. Pero Johann tiene ambición, cree que la fibra sintética es el futuro y una enfermedad del patriarca lo empujará a dar un paso adelante: quiere asumir la gestión de la compañía. Las burguesísimas hermanas del patrón, claro está, no lo ven nada claro. El clasismo impregna cada rincón de la fábrica. Y Johann tendrá que acabar acercándose a criminales de guerra sin escrúpulos. Mientras tanto, Klara cuida a los jóvenes supervivientes del holocausto que la Cruz Roja acaba de llevar y su encuentro con uno de los internos, con quien establecerá una relación de intensidad creciente, le hará cuestionarse todo lo que había recibido en una educación marcada por la burbuja de clase.

El tercero en discordia es Egon. Acaba de volver del servicio militar y ha ingresado en la oficina del Fiscal General. Nada más llegar, se topa con una bofetada de realidad. Han detenido a un nazi desertor, a quién había delatado el granjero que le había dado trabajo. Cuando está en la celda con él, el exsoldado le dice que sabe que el sistema hace la vista gorda con los nazis que llegan con dinero. El joven rechaza la idea de que su país se esté financiando de este modo. Estirando del hilo, descubrirá un hecho terrible: el granjero delator lo había entregado a la policía para poder quedarse el dinero que atesoraba en su modesta habitación.

‘Laberinto de paz’. Filmin.

La serie está narrada con una paleta de colores luminosa (que no reluciente), lo que marca aún más el contraste con la corrupción moral que se remueve de fondo en la mayoría de las escenas. La ambientación está muy bien lograda y se nota que la factura es alta: desde el vestuario, a las mansiones y al mobiliario, todo rezuma dinero. Pero es dinero manchado de sangre, como muy bien aprende el espectador ya en el primer episodio. La alianza con la Alemania de Hitler, las trabas a la hora de acoger a judíos, el blanqueamiento del dinero nazi, el ocultamiento de los criminales de guerra… todos estos temas van apareciendo en una serie de seis capítulos de una hora que encaja a la perfección con el cliché de serie a fuego lento: lo que empieza casi como costumbrismo de recreación histórica se va retorciendo y deriva hacia un thriller que estalla definitivamente en el último episodio.

Detrás de ‘Laberinto de paz’ está Petra Biondina Volpe, que sorprendió con ‘El orden divino’, del año 2017. La película se alzó con el premio del público del festival de Tribeca y fue la representante suiza en la carrera de los Oscars. En aquella ocasión, narraba otra verdad incómoda de su país: fue de los últimos del mundo en aprobar el sufragio universal. Y, de nuevo, lo hacía con un fresco de la época, solo que ambientando la obra en los años setenta. En esta propuesta televisiva, la voluntad de ser incómoda con los de casa es la misma. La proverbial neutralidad suiza acaba retratada no como un acto heroico por haber rechazado el nazismo, sino como una fórmula de compromiso ante la presión internacional.

«Para Suiza, la guerra empieza ahora», comenta un personaje, al final del primer capítulo, constatando que el país ha quedado aislado políticamente y que ha perdido a su principal socio comercial. ‘Laberinto de paz’ es el intento de levantar crónica de esta guerra invisible.

Àlex Gutiérrez
Àlex Gutiérrez. Periodista especializado en medios de comunicación y audiovisual. Actualmente trabaja en el diario ARA, como jefe de la sección de Media y autor de la columna diaria ‘Pareu Màquines’, donde hace crítica de prensa. En la radio, colabora en ‘El Matí de Catalunya Ràdio’ y en el ‘Irradiador’, de iCatFM. También es profesor en la Universitat Pompeu Fabra. Su capacidad visionaria queda patente en una colección de unos cuantos miles de CDs, perfectamente inútiles en la era de la muerte de los soportes físicos.