El autor de ‘Years and Years’ firma este retrato tan duro como emotivo de la irrupción del SIDA en el Londres de los años 80

Russell T. Davies propone en ‘It’s a Sin’ un retrato de la irrupción del SIDA en el Londres de los años 80 sumando los parámetros de dos de sus series más celebradas. De ‘Queer As Folk’ recupera la idea del grupo de amigos que intenta vivir su sexualidad con libertad, partiendo de la radiografía íntima para llegar a un discurso más amplio sobre la superación de los prejuicios, tanto desde los gobiernos como desde los propios núcleos familiares. De ‘Years and Years’, esa mirada a los contextos políticos e históricos, sean del pasado o distópicos, como síntesis del presente: su serie trata del SIDA, pero funciona perfectamente como parábola de un mundo abocado a una plaga que deja las costuras al descubierto.

It's a Sin
«Its a Sin».

Dejando las herencias a un lado, ‘It’s a Sin’ es seguramente uno de los mejores y más personales trabajos de Davies. Muy a menudo, este tipo de relato de denuncia sucumbe a la tentación de la pedagogía, olvidándose por el camino de construir personajes creíbles y un articulado dramático riguroso. Dicho de otro modo, que una ficción sea necesaria, en cuanto que visibiliza un tema que requiere del máximo foco posible, no la hace buena de entrada. No es el caso. Esta serie estrenada en HBO es brillante por su manera de mostrar el tema desde diferentes perspectivas, porque sabe hacer que los protagonistas interpelen al espectador con cada una de sus decisiones y por su devastadora mirada a unos estigmas que, por más que a menudo se insista en relativizarlos, persisten en nuestros días.

Keeley Hawes en el papel de Valarie Tozer. «It’s a Sin».

Davies tiene un dominio indiscutible del impacto emocional. Como ya pasaba en ‘Years and Years’, aquí construye una historia que se nos hace próxima y verosímil, poblada de personas que apelan a nuestra empatía y transitan por la pantalla entre sonoridades y actitudes que resultan familiares. Y cuando nos tiene atrapados en su universo de anhelos y proyecciones, la realidad lo estropea todo. En ‘It’s a Sin’ juega hábilmente con el paso del tiempo y la certeza que la mayoría de sus protagonistas no llegarán a los treinta años. Los 80, esta década tan sublimada, es presentada aquí como el sueño interrumpido de infinidad de personas que vieron laminada su identidad y tuvieron que convivir con la idea de la muerte. Es, este aspecto, el que convierte a ‘It’s a Sin’ en una serie particularmente dura e incómoda, puesto que en todo momento sabes que el itinerario de los protagonistas conduce hacia la fatalidad. La ves con el corazón encogido porque sabes que te encaminas a una catarsis que no tiene nada de balsámica. Es, en definitiva, una serie para recordarnos que las otras pandemias no quedan tan lejanas, y que sus ecos perviven porque, en el fondo, las sociedades insisten en cometer los mismos errores y en abonarse a los mismos prejuicios.

Olly Alexander en el papel de Ritchie. «It’s a Sin».

Si sabe ir más lejos de la simple recreación es gracias a que los personajes están llenos de matices y encarnan puntos de vista muy diferentes, incluso divergentes, sobre un mismo tema. En este sentido, contribuye mucho el gran trabajo de todos los intérpretes (atención al magnífico Olly Alexander, del que probablemente volveremos a oír hablar), con los que acabas sintonizando con una intensidad que deja absolutamente estupefacto. Una serie imprescindible para saber de dónde venimos y, también, dónde estamos ahora.

Pep Prieto. Periodista y escritor. Crítico de series en ‘El Món a RAC1’ y en el programa ‘Àrtic’ de Betevé. Autor del ensayo ‘Al filo del mañana’, sobre cine de viajes en el tiempo, y de ‘Poder absoluto’, sobre cine y política.