El género policial es el reino de la elipsis. Cualquier investigación mínimamente compleja incluye demasiados ratos muertos –examinando papeles, escudriñando cámaras de seguridad, escuchando conversaciones banales de teléfonos pinchados– como para poder filmarlo de manera mínimamente realista. Pero, de vez en cuando, aparece algún título que intenta captar lo tediosa que es esta profesión, sin aburrir el espectador. ‘Manhunt’ es el último ejemplo, llegado de las islas británicas, y que tiene como aval el éxito de audiencia en su país de origen: se trató de la serie más vista de la ITV desde ‘Broadchurch’.

En el centro de esta producción de tres episodios está el caso del asesinato de la joven francesa Amélie Delagrange, en un parque de un barrio residencial del sudeste londinense. El policía a quien encargan la investigación es un inspector bien entrado en los cincuenta, que no pasa por sus mejor momento –pero tampoco es ningún miserable que se arrastre de bar en bar, como dictaría el cliché americano– y que toma conciencia de que este puede ser uno de aquellos casos de los que definen una carrera. Ahora bien, también podría definirla en negativo, si las indagaciones se complican.

A partir de aquí, asistimos a una ceremonia de la minuciosidad y la paciencia. Peinar el Támesis con la débil esperanza de encontrar un móvil lanzado por el asesino. Recorrer el país en busca de una furgoneta blanca de la que no se conoce la matrícula pero sí que tiene una luz rota. Intentar conciliar un mínimo de vida familiar, siempre en peligro de desestructuración. Nada que no se haya mostrado mil veces, pero la aproximación británica le da unos cuantos puntos de verosimilitud. El protagonista, un magnífico Martin Clunes, no es ningún héroe, sino un simple agente con virtudes y defectos, que intenta mantener los equilibrios de cualquier conciudadano. No obstante, sí que representa un cierto desencanto por el sistema y, en este sentido, el casting no podría ser más acertado: tiene una de aquellas configuraciones de labios y cara fruncidas, como si permanentemente hubiera abierto una lata de comida en mal estado.

«Manhunt».

Otro elemento distintivo es el peso de la opinión pública y la presión por resultados inmediatos. El caso es de 2004, de forma que aparece el extinto News of the World de Rupert Murdoch. Y se muestra, abiertamente, cómo un diario con cuatro millones de ejemplares de tirada puede condicionar los tempos de una investigación policial (además de hacerse evidente que había policías que se sacaban un sobresueldo filtrando de manera imprudente detalles que podían comprometer la investigación).

Manhunt’ no contiene grandes discursos sobre la naturaleza del mal, pero precisamente en su desapasionamiento radica la fuerza de la serie. Una escena cotidiana –el sospechoso, bajo vigilancia, hace unos comentarios sexuales a unas menores de edad a la luz del día del día y en la vía pública– sirve para apuntar una verdad terrible: los depredadores sexuales no son unos seres excéntricos que viven en cabañas en el bosque forradas de pósteres inquietantes. Son vecinos, ciudadanos, que matan en la expresión extrema de su tara moral, pero que mientras tanto pululan por los barrios dejando una estela de micro (y no tanto micro) agresiones.

La serie es una adaptación de las memorias del policía que investigó este caso (y las ramificaciones que se fueron descubriendo). Y esto se nota porque ‘Manhunt’ no tiene estructura de whodunnit, todo orientado a alcanzar un clímax que identifique al asesino, preferiblemente previa sorpresa justo antes. Mucho antes de cualquier detención, está la fase del convencimiento. Pero solo con intuiciones no puedes llevar una persona ante un juez para que la prive de su libertad. Y este es el verdadero drama policial: saber que aquel tiene que ser el asesino, pero no poderlo demostrar sin invertir tanto tiempo que se abre una ventana para que pueda volver a actuar.

En tiempos de apogeo de los true crime, una dramatización como esta permite la emoción que aportan las técnicas de ficción, sin tener la sensación de asistir a un desfile de clichés y caricaturas policiales.

Àlex Gutiérrez. Periodista especializado en medios de comunicación y audiovisual. Actualmente trabaja en el diario ARA, como jefe de la sección de Media y autor de la columna diaria ‘Pareu Màquines’, donde hace crítica de prensa. En la radio, colabora en ‘El Matí de Catalunya Ràdio’, con Mònica Terribas y en el ‘Irradiador’, de iCatFM. También es profesor en la Universitat Pompeu Fabra. Su capacidad visionaria queda patente en una colección de unos cuantos miles de CDs, perfectamente inútiles en la era de la muerte de los soportes físicos.