Esta serie documental de HBO es demasiado larga y redundante, pero pone el foco en un caso estremecedor que nos hace conscientes de la maldad del mundo.
En febrero de 2018 saltaba la noticia que la actriz Allison Mack, conocida por ser la Chloe Sullivan de la serie ‘Smalville’, había sido detenida por su implicación en un caso de tráfico sexual. Era el primer toque de alerta de un caso que afectaba a otros rostros de la sociedad del espectáculo y que ponía el foco sobre la secta NXIVM, hasta aquel momento vista como un centro para emprendedores que trabajaba para la motivación profesional. Esta secta es el eje de la serie documental ‘The Vow’ (‘El juramento’), una producción de HBO que reconstruye la historia de NXIVM desde su creación (durante los primeros minutos del piloto, de hecho, nada hace pensar que se trate de una secta), su presentación en sociedad y la primera oleada de miembros ilustres.

El engaño se empieza a derrumbar cuando una de sus integrantes, la actriz Sarah Edmondson, descubre que se había creado una sociedad secreta de mujeres que esclavizaba a las recién llegadas (incluso las marcaban en un ritual) y las obligaban a mantener relaciones sexuales con el líder, Keith Raniere. Edmondson lo puso en conocimiento de unos compañeros, el cineasta Mark Vicente y la también actriz Bonnie Piesse (vista en la saga ‘Star Wars’), que reunieron pruebas que se han acabado convirtiendo en la semilla del proceso judicial y del mismo documental.

‘The Vow’ empieza como una crónica periodística y va derivando hacia un estremecedor relato del descenso a los infiernos de los protagonistas. Primero, sufriendo las torturas y mobbings por parte de los miembros más poderosos de la secta, y después topando con la incredulidad tanto de su entorno como de determinados periodistas. Esta evolución tonal consigue engancharte y horrorizarte en idéntica proporción. La serie acaba perdiendo calidad por redundante y porque se recrea en exceso en algunos de los aspectos más mórbidos de la historia. En algunos momentos, además, se sirve de dramatizaciones muy discutibles que acaban restando bastante a la narración de los acontecimientos. Pero al mismo tiempo te noquea que existan personas tan malignas y tan capacitadas para sugestionar a los demás sin que estos sean del todo conscientes. En este sentido, uno de los aciertos de la serie es que no renuncia a explorar los claroscuros de los que acabaron despertando (por eso lo más terrorífico son las entrevistas a los denunciantes) y que apuesta por enfrentarnos a la indolencia hacia aquellas cosas que pasan cerca de nosotros pero que, en el fondo, querríamos no saber.

Al final, si NXIVM pudo perpetrar sus atrocidades es porque vivimos en un mundo más propenso a enaltecer los placebos que a profundizar en los problemas. El otro aspecto interesante es su reflexión sobre la soledad y la gestión del éxito. Mack ha acabado erigiéndose en la cara visible de este caso, pero todo ello no deja de implicar a una larga lista de personas adictas al reconocimiento público y a la necesidad de sentirse parte de un todo. Por este motivo el testimonio de Edmondson es uno de los más sobrecogedores. Su mirada cada vez que se escucha a ella misma evocando según qué cosas es la síntesis de un trauma: tener que aceptar que una secta consiguió captarla y cambiarle la vida para siempre.
