Un fenómeno muy interesante que se está produciendo en el mundo de las series estadounidenses en los últimos años es la visibilización de realidades culturales que tradicionalmente habían sido muy poco representadas en televisión y que ahora tienen series propias donde exponer su mirada y compartirla con la audiencia. Suelen ser series cómicas con una familia en el centro, funcionando como una versión propia de típica serie familiar que hemos visto centenares de veces. La «experiencia americana» no es la misma para todo el mundo, y así lo reflejan series como «Black-ish» o «Atlanta» (que aportan una mirada afroamericana), «Fresh Off the Boat» (una mirada asiáticoamericana) «Vida» (la mirada latinoamericana) o «Master of None» (la mirada indoamericana), todas estrenadas coincidiendo con el ascenso político de Donald Trump. La relación entre ambas cosas está lejos de ser una casualidad, por supuesto. La última en llegar es «Ramy», que da un paso más valiente que las anteriores al proponer a los espectadores adoptar la mirada musulmana.

Es valiente porque, si hay una realidad que ha sido simplificada y estereotipada hasta el hartazgo en la televisión estadounidense ha sido la del creyente musulmán. Su presencia en las series ha aumentado mucho en los últimos años, pero mayoritariamente se ha tratado de personajes terroristas (un perfil sobrerrepresentado) y normalmente siendo secundarios, ocupando el lugar de los villanos en la mayoría de series. Así que lo que hace el cómico Ramy Youssef en «Ramy» es desmontar parcialmente esta visión del mundo musulmán teniendo como protagonistas otros perfiles. El gran acierto es que este no es el objetivo de su serie, sino una consecuencia de lo que realmente busca, que es contar buenas historias sobre una familia musulmana de origen egipcio y reflejar las contradicciones que viven como estadounidenses. «Ramy» gira esencialmente sobre las dificultades de su protagonista, un millenial característico de su generación, para navegar en un mundo lleno de situaciones que su religión considera «haram». ¿Cómo puede hacer compatibles ambas cosas? ¿Acepta unas normas y otras no, a conveniencia? Es una tensión parecida a la que vimos en la serie noruega «Skam», en la que el personaje de Sana sentía que formaba parte de dos mundos que eran incompatibles entre ellos. ¿Es que Ramy tiene que elegir uno?

Esta contradicción alimenta al personaje y lo lleva a tomar decisiones que tienen efectos cómicos. El sentido del humor de «Ramy» incluye situaciones surrealistas que podríamos encontrar en series como «Louie» (ambas tienen en común una conversación con Bin Laden) y también el humor propio de la sitcom familiar. La serie explora temas como el peso de la tradición, la necesidad de ser fiel a tus propias raíces, la búsqueda de un camino propio o la relación entre padres e hijos al mismo tiempo que nos hace sonreír y, de vez en cuando, llorar. Uno de sus puntos fuertes es que procura que todos sus personajes sean complejos dedicando episodios enteros a los secundarios. Algunas de las mejores entregas de la primera temporada las protagonizaron la madre de Ramy y su hermana. En la segunda temporada, que incorpora a Mahershala Ali como guía espiritual del protagonista, la serie ha ofrecido episodios magníficos centrados en el padre y su tío. Estas entregas contribuyen a completar el retrato sobre la experiencia de ser musulmán en Estados Unidos que busca esta serie. No sólo es un retrato necesario, como ya hemos mencionado. También es divertido, tierno, emocional y honesto. A pocas series recientes de les puede aplicar estos adjetivos. «Ramy» se puede ver en la plataforma Starzplay.

Toni de la Torre. Crítico de series de televisión. Trabaja en ‘El Món a RAC1’, El Temps, Què fem, Ara Criatures, Sàpiens y Web Crític. Ha escrito libros sobre series de televisión. Profesor en la escuela de guión Showrunners BCN, le gusta dar conferencias sobre series. Destaca el Premi Bloc Catalunya 2014.