Crónica de la 64ª edición de los Premios RNE Sant Jordi de Cinematografía, por Conxita Casanovas
Una rosa es una rosa, como cantaba Mecano y un Sant Jordi es un Sant Jordi. Habíamos concedido estos premios que supermimamos en enero, como siempre, y había que entregarlos. Pero ¿cómo hacerlo? La pandemia nos había frenado en seco como a medio mundo y ahora, visto con perspectiva. creo que se optó por la decisión más acertada, teniendo en cuenta que no podíamos abrazarnos ni acercarnos.
En un “visto y no visto”, se montó, en un maravilloso plató de Sant Cugat, un programa de televisión, una entrega telemática que requería la colaboración de los premiados. Podéis imaginar el disgusto que hubo que superar de no poder hacer una gala como cada año, en Caixaforum como teníamos previsto, y con la presencia de los galardonados, pero gracias a la profesionalidad y al buen trabajo del equipo de RTVE designado para el evento, de la realizadora Nuria Barrientos a la presentadora Montse Soto, conseguimos saltarnos la frialdad de un producto enlatado y logramos una entrega tan atípica como emotiva que quedará para la historia de un año 2020 del que hablaremos a nuestros descendientes, en un veintidós de julio, arrimándonos una vez más amistosamente a los libreros que también desplazaron al verano sus habituales y primaverales fechas del mes de abril.

Antonio Banderas era el personaje clave este año 2020 y no falló. Desde su teatro del Soho, el malagueño agradeció el Sant Jordi al mejor actor que no tenía en sus estanterías y su cómplice, Pedro Almodóvar, justo antes de rodar con Tilda Swinton, dio las gracias, llevándose la mano al corazón, a los oyentes de Radio 4 que otorgaron la Rosa de Sant Jordi a la película con la llegaron a los Oscar, «Dolor y gloria». Óliver Laxe, desde su campera galaxia particular y atravesado por un rayo de sol, nos mandó un abrazo al agradecer el Sant Jordi a la mejor película española por «O que arde», con el sello que caracteriza a estos legendarios galardones creados por Esteve Bassols y Jordi Torras en 1957, un legado que permanece inalterable. Precisamente Ángela Molina, premio a una trayectoria tocada por la mano de Buñuel, desde Ibiza y a la sombra de un árbol recordaba, con ese encanto que tiene, que el Santo era Santo y ella no, pero que tenían la misma edad. Sesenta y cuatro años de trazar una interesante historia del cine por mandato de los críticos de Barcelona que se siguen reuniendo disciplinadamente una vez al año. Uno de ellos, Argimiro Lozano, mereció el premio Sant Jordi de la Industria por incentivar el consumo de cine durante tantos años en los que no ha parado de crear e imaginar sin buscar nunca protagonismo. Una gozada oírle recordar que cuando muy jovencito le preguntaban «¿y tú que quieres hacer en la radio?», invariablemente contestaba “trabajar en Radio Nacional”.

Este año en que los desaparecidos eran tan ilustres como Morricone o Kirk Douglas, honramos además la memoria de una actriz muy catalana y que un buen día decidió prescindir de la actuación para ser la mujer de Paco Rabal, hasta que, a su muerte, retomó esa carrera interrumpida y nos regaló entrañables papeles como el de «Las huellas borradas». La recordamos con su hija, Teresa Rabal.
Este año además nos orgullecemos de empujar las carreras de Aritz Moreno, el director de «Ventajas de viajar en tren», mejor ópera prima, y de la deliciosa Marta Nieto, protagonista de «Madre» de Sorogoyen, mejor actriz en película española. En película extranjera se impuso la ya inalcanzable Margot Robbie, la Sharon Tate de Tarantino, y John C. Reilly fue el mejor actor internacional por «Los hermanos Sister» y «Stan and Ollie», que eso sí que es atreverse con un personaje difícil. Uno de los mejores agradecimientos, sintético y directo, llegó de Francia, fue el de Noémie Merlant, «la pintora» de «Retrato de una mujer en llamas», mejor película extranjera. Os aseguro que lo de este año ha sido tan heroico como una «Misión imposible» de las que borda Tom Cruise, con final feliz porque Sant Jordi siempre mata al dragón. Ahora toca brindar por el futuro y apuntar hacia hacía la edición número sesenta y cinco del 2021, en la que, con suerte, recuperaremos lo único que nos ha faltado, lo que más queremos, el aplauso del público.
