A Elisabet Casanovas (Sabadell, 1994) la conocimos como la dulce, romántica e inocente estudiante Tània de la popular serie de TV3 “Merlí”. Desde entonces, no ha parado de ponerse retos, algo que se ha convertido en una de sus pasiones: siempre ir más allá de lo que ya ha hecho. Su último, o penúltimo, reto: ponerse en la piel de Àfrica, la protagonista de “Drama”, serie producida por TVE en colaboración con El Terrat (The Mediapro Studio), y estrenada en Playz. Rodada en catalán y castellano, “Drama” ha dado ahora el salto a la cadena autonómica catalana con un gran éxito de audiencia. Es la historia de una chica muy de hoy en día que se queda embarazada, pero no sabe quién es el padre. Y decide averiguarlo. Mientras, Àfrica va a fiestas, comparte piso, se mete en líos mil y vive intensamente la vida, en un viaje lleno de humor y amor. Hablamos de todo ello y más cosas con Casanovas, que, en breve, se convertirá en la mítica Marilyn Monroe en un montaje teatral. Lo dicho: le van los retos. ¡Muchísimo!
¿La Àfrica de “Drama” es de esos personajes que, para una actriz amante de los retos, es una joya? No paran de pasarle cosas.
¡Absolutamente! Àfrica no pide permiso ni perdón. Es muy impulsiva y tiene un gran arco de emociones. Y en la serie, aparte del tema de su embarazo, se cuentan muchas cosas más, como es su relación con sus compañeros de piso, que interpretan Artur Busquets y Júlia Bonjoch. “Drama” habla de la amistad y, pese a su título, todo se hace desde la comedia.
Una comedia en ocasiones llevada al extremo. Cuando se domina la comedia, como es tu caso, debe de ser muy gustoso, ¿no? Te permite ser alguien muy diferente a ti, a nivel interior y exterior.
Sí, ha sido un regalito. Yo, personalmente, soy más del permiso y del perdón. Àfrica a veces incluso es injusta con los que la rodean, porque tiene que tomar muchas decisiones a la vez, y no siempre acierta. Hablando de su look, yo vi enseguida que tenía que llevar el pelo decolorado y usar ropa de segunda mano, vintage, y así se lo propuse a Ginesta Guindal, la directora. Esa manera de llevar el pelo y de vestir le da mucha personalidad a Àfrica. He tenido la suerte de trabajar con muchos actores y con un gran equipo técnico, y esto te enriquece creativa y personalmente.

¿Qué más destacarías de “Drama”?
Que no cae en la solemnidad a la hora de hablar del embarazo y del aborto. Que su decisión de tener o no tener este hijo no depende de sus posibles padres. Es una decisión suya. Y me gustaría destacar personajes como el de la abuela, que es una especie de angelito para Àfrica. Me emociona mucho: todos tenemos o hemos tenido una abuela como ella, que es un referente de sabiduría y ternura.
El que sí que no es precisamente un referente de sabiduría y de ternura, sino todo lo contrario, es el padre de la protagonista. Y lo interpreta, con una gran seguridad y su delirio habitual, el cómico Ignatius Farray.
Rodar con Ignatius fue muy divertido, y es una persona muy generosa trabajando. En los ensayos, él hacía una cosa y, luego, cuando gritaban ¡acción!, conseguía hacer crecer su interpretación a base de sorpresas, de llevar al padre hacia sitios genuinos suyos, sitios de Ignatius Farray. En “Drama”, Àfrica y su padre han tenido una relación intermitente, a causa de las ausencias de él. Me agrada que esté la figura del padre en la trama, porque nuestra generación tiene una asignatura pendiente con el padre, más que con la madre.

¿Había lugar para la improvisación durante el rodaje?
Había un 100 por cien de libertad, siempre y cuando no hicieras una marcianada. Siempre que la improvisación fuese a favor de la situación ya escrita.
¿Cómo recuerdas tu entrada en la serie “Merlí”?
Yo estaba cursando Primero en el Institut del Teatre, de Barcelona, e hice una prueba para la serie. ¡Fue un subidón! Nunca me había puesto delante de una cámara! Hasta ese momento, en el Institut del Teatre solo habíamos trabajado el lenguaje teatral. Luego, el inicio del rodaje de la serie se congeló un año y medio, y volví a hacer la prueba mientras ya hacía Segundo. Me cogieron, conservando mi papel de Tània, pero algunos de los actores que también habían sido elegidos antes conmigo intercambiaron sus personajes.
Enamoradiza, llena de amor, simpática y, como se suele decir, amiga de sus amigos: así era Tània. “Merlí” es una experiencia que marcó y enseguida lanzó tu carrera.
Fue una experiencia maravillosa conectar con esos actores jóvenes con una formación y una manera de trabajar tan diferentes. Encima, capitaneados por Francesc Orella. Y, a lo largo de las tres temporadas que duró la serie, tuve la oportunidad de conocer a otros actores maravillosos, mayores que yo, como Pau Vinyals o Carlota Olcina, por ejemplo. Nunca nos hubiéramos imaginado que “Merlí” llegaría tan lejos y que se vería en tantos países diferentes de Sudamérica, entre otros. Uno de los aspectos importantes de la serie es que era muy crítica con el sistema educativo.
Ahora, con “Drama”, revivirás y refrescarás una fama que ya conociste con “Merlí”. ¿Llevas bien que te paren por la calle, los autógrafos, los selfies o que te digan que se identifican mucho con Tània o, actualmente, con Àfrica?
Creo que si tuviera una mala relación con la fama y la popularidad sería muy injusta. Es muy bonito que alguien empatice con tus personajes. Lo bueno de “Merlí” es que, a pesar de estar protagonizada por jóvenes, logró interesar a diferentes generaciones, y que familias enteras hablasen de cuestiones planteadas por los guiones escritos por Héctor Lozano.

En los últimos años, te hemos visto en series como “Bienvenidos a la familia” (TV3), en un papel secundario muy divertido, y, en el teatro, en “La senyora Florentina i el seu amor Homer”, en “El fantasma de Canterville” o “Kassandra”, un gran esfuerzo interpretativo donde, además de estar tú sola en el escenario, diste rienda a tu pasión por los acentos.
El tema de los acentos me alucina. Y hacer comedia me encanta. A veces, una comedia inteligente, y, en otras ocasiones, no tanto. Me interesa todo tipo de humor. La comedia sirve para hablar de cosas dramáticas. Me gustan las historias entre la comedia y el drama, como la vida misma, que es reír y llorar. Ya desde pequeña me divertía mucho jugar y era muy risueña, a pesar de que era muy tímida. ¡Y lo sigo siendo!
Imprescindible: ¿cómo has pasado el confinamiento?
Bueno, de hecho, aún lo estamos pasando. Vamos saliendo de él. Lo pasé bien y tranquila, con mis compañeros de piso y súper a gusto. Hay realidades de otras personas que han sido tan duras que yo no tengo derecho a quejarme. El confinamiento me pilló en los ensayos de la obra de teatro “Monroe-Lamarr”, que teníamos que haber estrenado en el Teatre Nacional de Catalunya, y donde Laura Conejero da vida a la actriz Hedy Lamarr, y yo, a Marilyn Monroe. Gracias a este montaje, que estrenaremos a finales de año bajo la dirección de Sergi Belbel, me he zambullido en la vida de Marilyn, y he descubierto a una gran mujer, que tuvo una infancia muy dura, que estaba llena de heridas y que tenía una enorme sensibilidad, pero a la que a menudo le daban papeles de mujer solo guapa. Fue víctima de un sistema patriarcal.
El teatro, ¿que no falte en tu carrera?
Eso mismo, ¡que nunca falte! Sigue siendo la gran escuela interpretativa. Sobre las tablas y delante del público, tu trabajo nunca se acaba. Después de una función, viene otra, y puede ser que, en esa siguiente representación, no lo hagas tan bien como en la anterior. El teatro es un aprendizaje continuo, te da mucha solidez. Pero los rodajes también, no te creas.
